PRIMERO MIENTO, LUEGO EXISTO…
“Este año me
pongo a estudiar. Reviso los mails y me desconecto. No tomo nunca más. Pasé en
amarillo. Se me perdió tu teléfono. Te estuve llamando, pero la línea estaba ocupada.
En cinco minutos llego. Nunca lo pensé. Llamame en cinco que estoy en una reunión.
Te queda muy bien. El lunes empiezo la dieta. ¿¿¿Yo??? ¿¿¿con ella??? no creo. Te
juro que no te estoy mintiendo. No estoy pensando en nada. En serio, sólo la
puntita. Mañana lo hago. No sabés el tránsito que había. Recién acabo de leer
tu correo. Puedo explicarte todo.”
Repasando
algunas de las mentiras piadosas y no tanto que uno puede disparar casi sin
pensar, me doy cuenta que estamos frente a un arsenal diario.
Pero lo más
grave no es lo que ocultamos atrás de ellas. Creo que lo más complicado es ir
creando un submundo, paralelo, en el que uno dibuja una vida irreal,
generándonos un gran daño: mentirnos a nosotros mismos…

Es justo en
ese momento cuando queremos que la tierra nos trague, desaparecer o volver a
nacer.
Las comparo
con un videogame. Cuando conocemos a otro ser humano empezamos con “vidas” las
cuáles vamos matando con cada invención realizada. Además de construir una fama
difícil de refutar.
Pero, ¿por
qué mentimos?
Algunas veces
por comodidad, otras para ocultar (sensaciones, sentimientos, emociones,
estados de ánimo, verdaderas intenciones, errores) y en algunos casos (muy
pocos) para no herir susceptibilidades. También por subestimar (no entenderías
la verdad), por conseguir (lo que fuera) y la más detestable razón: para
lastimar, o sea una falsedad mal intencionada (con dolo).
Las mentiras
son moneda corriente; parte de la esencia del ser humano. Tanto es así que una
de las primeras cosas negativas para su futuro que aprende un chico es a engañar
(a imagen y semejanza del adulto). Un patrimonio mental que de a poco, creo,
habría que desterrar o al menos controlar. Son tan frecuentes como habituales.
Mal hábito, porque ese disfraz puede vestir dependiendo grado y escala, lo que
todos criticamos: la hipocresía y/o la demagogia.
¿Estamos
entonces en condiciones de criticar? ¿O cuando las falsedades se usan “de nuestro
lado” por causas “justificables” están bien aplicadas? Quien esté libre de
mentiras…
Es cierto que
el ego de uno se siente bien cuando llevó a cabo la misión de mentir y por ende
salirse con la suya. Por eso propongo algo mucho mejor aún por descubrir. Decir
la verdad. Es realmente regocijante. Una sensación de felicidad incomparable.
De orgullo por uno mismo. De saber que la sinceridad en muchos casos puede ser
dura, pero mucho menos que una mentira descubierta.
Sin pecar de
ingenuo, es por todo esto que estoy a favor de la verdad personal, en todo
lugar y circunstancia. Porque creo que con un mayor porcentaje de humanos
diciendo la verdad, la realidad sería visible, hecho que nos brindaría un
camino de luz a todos los que queremos recorrerlo.
Hernán Hualpa
Muy bueno! y excelente el enfoque!
ResponderBorrarGracias!!!
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