La Fanciulla en El Exprimidor con Ari Paluch

jueves, 28 de octubre de 2010

Y con ustedes... El baño.



Yo creo que muchos de los conflictos de la convivencia se solucionarían si, sin ánimo de parecer snob, cada miembro de la pareja tuviese su propio cuarto con baño en suite. Ya que la mayoría de las discusiones se generan entre el cuarto y el baño. 

No digo que todos, de hecho conozco dos que no, pero muchos hombres se esfuerzan para dejar el baño inutilizable para el “próximo pasajero” o sea nosotras, sus mujeres. 

Pensé varias veces en robarme esos stickers que ponen en los baños de los aviones, y esto tampoco es de snob es que trabajé como azafata, que dice “Piense en el próximo pasajero/Think of the next passanger”, y pegarlo en el baño de mi casa, y ya que estamos agregaría otro cartelito con algunas sugerencias: 

  1. Limpie el lavatorio después de afeitarse o lavarse los dientes. 
  2. Seque la tabla y baje la tapa después de utilizar el WC. 
  3. La tela rosita y peludita que está en el piso es una alfombrita para después de bañarse y no un felpudo. 
  4. Al ducharse coloque bien la cortina para que no se moje todo el baño. 
  5. Séquese levemente antes de salir de la bañadera así se nota que se bañó adentro de la misma. 
  6. Para lograrlo búsquese una toalla antes de meterse en la ducha. 
  7. Al salir de la misma extienda la toalla en un lugar donde se pueda secar, nunca la deje en el piso, ni sobre la cama, ni arriba de la que yo tengo que usar que está seca! 

Además de todo esto la pelea puede pasar por cuanto tiempo ocupamos el baño y, si bien los hombres lo dejan hecho un asco lo hacen en 5 minutos, las mujeres, en cambio, lo dejamos impecable pero nos pasamos la vida ahí adentro. 

Yo no sé si a ustedes les pasa lo mismo pero a mí me parece que cada vez hacemos más cosas en el baño: reflexionamos, leemos libros, leemos el diario, revisamos cuentas a pagar y folletos de publicidad, escuchamos la radio o música, hablamos por teléfono, llevamos la notebook, el I pod o el I pad los más afortunados, tomamos mate y hasta fumamos ahí para no molestar al resto. 

Todo esto sumado a lo que normalmente hacemos las mujeres que es mucho: bañarnos nos lleva más tiempo de lo habitual por el pelo largo, si te hacés baño de crema más, si te lo secás con secador más, y si después te pasás la planchita mucho más, hay que ponerse una crema para la cara y otra para el cuerpo, maquillarse o demaquillarse según la hora, cuando no depilarse o teñirse el pelo. 

Pero por sobre todas las cosas creo que las mujeres, en particular las que tenemos varios hijos, lo usamos de bunker para que, al menos por un rato, no nos encuentren, no nos pidan cosas o nos dejen hablar por teléfono en privado!


Mariana Marotta
MI LUGAR… 

Siempre que invito alguien a casa, lo primero que chequeo es que el baño esté limpio y prolijo. Desde mi punto de vista es el lugar más importante de una casa, es el lugar donde se puede tener intimidad absoluta. Tendría que existir un baño por integrante en cada vivienda, es algo muy personal. ¿Cuántas veces habré ido a llorar al baño o a hablar por teléfono a escondidas? Millones, millones, de veces. 

Creo que el estado del baño refleja cómo es la persona que lo habita, por eso insisto que es el único lugar donde podemos ser nosotros mismos y estar en soledad. Nadie nos puede juzgar, podemos hacer lo que queremos porque ahí sí somos libres. 

Desde el punto de vista femenino es aquí donde nace la coquetería y se desarrolla hasta llegar a su máximo esplendor. Donde jugamos a ser Pampita, a ver qué es lo que mejor nos queda, qué peinado me hace más diosa (porque frente al espejo de nuestro baño somos re diosas) y donde el espejo es nuestro mejor crítico. 

El cuerpo también se libera, porque estamos en nuestro refugio donde nada nos lastima, solo nosotros mismos podemos hacerlo y justamente por eso tenemos el control de lo que queremos hacernos. Nos miramos con objetividad y muchas veces con amor o compasión (de acuerdo a cómo esté nuestro autoestima). 

Podemos encontrar la paz que en ningún otro lado existe. ¡Las veces que me he inspirado y salido corriendo a anotar ideas que hace rato quería tener y nunca surgían! Y es aquí mismo donde buscamos la relajación por medio de un baño de inmersión, una duchita caliente o el amanecer de la rutina con una ducha despabiladora. 

Tiene tantas cosas buenas y positivas que hasta lo escatológico queda en segundo plano, eso es una necesidad, todo lo demás es por placer, gusto y diversión. 

Nunca hay que apurar al que esté dentro del baño porque lo peor que te puede pasar es que te quieran sacar del lugar donde podés ser vos, donde las ideas se acomodan, donde la mochila del día agitado se va desprendiendo de nuestras espaldas, donde nuestra mujer infartante se empieza a asomar y sobre todo donde nuestro cuerpo deja de lado las miradas ajenas para focalizarse en la que más vale la pena: la de uno mismo. 

Sin mucho más para decir, simplemente quiero agradecer a quien haya inventado este maravilloso lugar, multifacético y lleno de emociones que se hace llamar ¡EL BAÑO! 


Guadalupe Kochdilian
SEGÚN PASAN LOS BAÑOS 


Trono, santuario, cueva, trinchera, viorsi, tualé, biblioteca, tocador, son dististos términos que nos llevan a un mismo lugar: el baño. 

Debo confesar que para mí no es un ambiente más. No, para nada. Es un lugar imprescindible. 

Por suerte el paquete turístico de mi depto incluye visitas ilimitadas por día. Es que entre los que muchos llamábamos hacer lo primero y lo segundo, más la ducha, más otras incursiones de descarga, aseo y acicalamiento calculo más de diez entradas diarias. 

Eso es hoy. Cuando vivía en familia se hacían complicados los “turnos” de utilización. ¿Por qué cuando más apurado estás, te anticipa el abuelo con el diario (y todos los suplementos y revistas) en mano? O mi vieja (imagino hermana, pero no es mi caso) con sus pinturitas interminables. Había no menos de cinco espejos en esa casa, pero ella sólo se maquillaba en el baño… 

Pero no todos son lo mismo. Algunos amigos me han confesado que no pueden “ir” a baños ajenos. Yo no tengo ese problema, pero es cierto que uno siente cierta incomodidad. Tal vez por ruidos u olores indeseados, o quizá por diferentes situaciones que describo a continuación: 

  • Nos sentamos y jamás nos dimos cuenta que no había papel… Oops… 
  • Hicimos lo que teníamos que hacer y no nos podemos deshacer de eso… Ni siquiera con las reiteradas, insistentes y nerviosas descargas del depósito del inodoro. ¿¿¿Y AHORA??? 
  • Jamás nos avisaron que no debíamos tirar la cadena del trono y ¡splash! Todo el baño lleno de agua. 
  • Recibir la pregunta incriminadora: ¿vos fuiste al baño recién? Sí, respondemos haciéndonos los desentendidos… Ah, porque no evacuaste bien… (¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!) 

Además nunca supe resolver el enigma de cómo decir que estoy apuradísimo, sin que se note que lo estoy. He probado diferentes maneras pero ninguna me conforma: 

  • Visito al Señor Roca y vengo. 
  • Voy a mandar un fax. 
  • Me voy, que está asomando la cabeza la tortuga. 
  • Voy a quitarme un peso de encima. 
  • Voy a plantar un pino. 
  • Fabrico un par de muñecos sin cabeza y vuelvo. 
  • Voy a despejar una incógnita. 
  • Voy a liberar a los rehenes. 
  • Me está viniendo la inspiración. 
  • Voy a pasar lo abstracto a lo concreto. 
  • Me voy a conectar para hacer un download. 
  • Voy a jugar a ¡Hombre al agua! 
  • Necesito ir a des-comer. 
  • Voy a soltar el ancla. 

Y después de utilizarlo me doy cuenta que mi baño está muy sucio. ¿Por qué? Tengo una teoría… Mis amigos deben limpiarlo de vez en cuando. 

Otra situación muy incómoda para mí es tener un apuro y utilizar baños públicos, toilettes o restrooms, según la decisión del dueño. Hay que ser muy creativo… Y si completamos algún curso de malabarismo mejor. Algunos no tienen tabla, otros directamente no tienen sanitario, están mojados con vaya saber uno con qué y desde hace cuanto. 

Ni hablar de cuando viajamos en patota a la costa en vacaciones. No sé si será por lo rasca que éramos, pero nos tocó una ducha que había que ¡enchufarla! para que caliente el agua… Imaginen cuando entraba el último de diez flacos que veníamos de pasar unas ocho horas en la playa. En ciertas ocasiones hemos encontrado las verdaderas arenas movedizas… 

En fin… Mi conclusión entonces es que el baño fue, es y será una ducha… Perdón, quise decir lucha... 

¡Fuerza! 


Hernán Hualpa

jueves, 21 de octubre de 2010

¿De qué nos quejamos?




QUEJAS UNIVERSALES (argentinas) 




¿Cuántas quejas escuchamos por día? Yo particularmente detesto la gente que cada dos palabras expone una queja. Por supuesto que a todos nos pasan cosas y a veces necesitamos desagotar, lo entiendo, está perfecto y lo acepto, pero también admitamos que ¡hay gente que se zarpa! 

Cuando me topo con este estilo de personas, inmediatamente lo primero que pienso es: “¿soy quejosa?” y empiezo a recopilar en mi mente una síntesis de las conversaciones que tuve a lo largo del día para ver si cargué de energía negativa alguien, y así poder subsanarlo. Porque para mí, la queja es eso: mala energía, por eso molesta, hace mal tenerla y también transmitirla. 

Hoy en día creo que la queja universal, potenciada a esta altura del año, es “¡¡¡Qué cansada que estoy!!!”. A la mañana porque es muy temprano, a la tarde porque estuvimos toda la mañana trabajando y a la noche porque estuvimos ¡¡todo el día trabajando!! ¡Pero esta es válida! La vida actual hay que vivirla “a full” porque sino te pasa por arriba, otra no nos queda, así que sólo por eso, es válida usarla. 

“No tengo plata”, otra fija. ¡Y como para no quejarse, si está todo carísimo! Cuando cobrás tu sueldo ya lo tenés todo empeñado. Vestirse es caro, pero comer… ¡Pufff, ni hablar! Hacer todas las cosas que nos gustan demanda plata y ahí es cuando empezamos a aplicar esta queja, ¡cómo para no hacerlo! ¡En cualquier momento hasta nos van a cobrar por respirar! (y sí, todo esto es una queja). 

Pero todo concluye en otra queja universal: “¡Así está el país!, con los dirigentes que tenemos ¿qué querés? ¡Esto en otro país no pasa!” El tema de esta queja resulta complejo porque es aplicable a todos los casos, o mejor dicho, lo aplicamos a todos los casos hasta a veces de manera incorrecta. 

Si estás manejando por avenida Santa Fe en tu 0 km lo más chocha y de golpe te hundís en un cráter, es normal que te empieces a acordar de Macri, de su madre y toda su familia y, por ende apliques esta queja. OK, el tema es cuando lo que te pasa está muy ajeno a los políticos y sus políticas, como por ejemplo cuando estás chateando con el chico que te gusta, te está diciendo cosas re lindas y en eso, se cae la conexión. Y ahí empezás otra vez: “¡No te puedo creer! ¿Justo ahora? Nunca pasa, pero ahora que estoy hablando con él tiene que pasar. ¡Y sí, si estamos en Argentina y acá anda todo mal! Y los políticos de porquería que tenemos nos llevan de mal en peor, la verdad… ¡Hay que irse a vivir a otro país, esto así no va mas!”. 

Yo entiendo lo que es para una mujer estar hablando con el chico por el cual morís pero paremos la moto, tomémonos un tilo y recapacitemos. En este caso este tipo de quejas no es la más aplicable pero solemos aplicarla igual y tengo una humilde hipótesis para esto. Simplemente los argentinos estamos susceptibles a la política por todos los machacasos que recibimos a lo largo de toda nuestra historia como país, por eso cualquier mal que nos pueda pasar se los atribuimos a ellos. 

No los estoy defendiendo, para nada, simplemente tenemos que tratar de estar en nuestro eje como personas para no estar desparramando mala onda a los que nos rodean porque la queja nos hace feos, nos arruga y nos estresa. Aprendamos a ver las cosas lindas del día y nos vamos a dar cuenta que hay muchas más para alegrarse o regalar una sonrisa que para vomitar una queja. ¡Probalo! Es un ejercicio lindo que te va a devolver lo mismo que transmitís, porque no te olvides:¡¡¡Todo vuelve!!! 


Guadalupe Kochdilian.

LA ECUACIÓN DE LA QUEJA




Habrán visto que la pregunta que planteamos esta semana es: ¿de qué nos quejamos? Y como no me parece copado generalizar, voy a responder por mí. 

De TODO. 

… la guita que me garpan no alcanza. Los servicios son malos (casi ninguno zafa). La atención al cliente es peor. El transporte mejor ni pensar. Las calles están llenas de autos a toda hora. Es muy tedioso encontrar un lugar para estacionar sin que te cobren. Todo es muy caro. En mis trabajos nunca se dan las condiciones tal cual me gustarían a mí. Cómo tardan en traerme / entregarme el almuerzo. Mi familia nunca me entiende. ¿NADIE TIENE MONEDAS? Los gobiernos hacen todo al revés. Nada de lo que haga “otro” me parece “perfecto”. LA que me gusta NO me da bola. Cada vez hay más colas. Y no precisamente las que calzan tangas. Cola para el banco, cola para el súper, cola para las entradas, ¡cola para ir al baño!... 


A todo eso súmenle el resto de las molestias que en este preciso momento no se me ocurren, pero es cuestión de salir a la calle para que broten como hormigas cuando se les inunda el hormiguero… 



Ufff... 



¿Se dieron cuenta que la lista podría ser interminable? 

¡QUE BUENO! Hay mucho por criticar, parecen decir esos pensamientos “que nos son míos” y que esperan el momento justo para pegar el zarpazo. 

Pero también, gracias a ellos, es que de a poco empecé a darme cuenta que al quejarme por todo, expongo mis limitaciones. Descubro mi cárcel mental. Quedo preso de esas voluntades que, como le ocurrió a Cenicienta, en un momento determinado revelan su verdadera identidad y me dejan en bolas. 

Se visten de santos y terminan generando esas situaciones que a veces vemos en otros y nos dan vergüenza ajena... 

Y es ahí cuando nos quedamos solos en un día que ya nos parece gris, frío y lluvioso, enojados con nosotros mismos y gritando internamente: ¡YO NO QUERÍA DECIR (o HACER) ESO! Literalmente un día de furia. 


La suma de la resta. 




Pero… ¿y si cambiara la ecuación? 

Imagínense no perder tiempo ni energía pensando en la guita que me garpan (y compararla con la que me merezco), los magros servicios que me ofrecen, los transportes desbordados, el tránsito intransitable, lo mal que la paso en el laburo, cuánto tardan en traerme o entregarme el almuerzo, pelearme con mi vieja, los gobernantes, los truchos y los gobernantes truchos, LA que NO me da bola… y las colas... bueno eso no está tan mal... 

Ahora imaginen invertir ese tiempo y energía en pensar (y accionar en consecuencia) cómo hacer para cambiar mi condición laboral, no ser tan exigente con los demás cuando yo le brindo concesiones a todos mis errores, cambiar de ruta si el bondi o el tren que siempre uso no dan para más, hablar con mi familia para generar diálogo, ser un poco más tolerante, votar mejor (e involucrarme si lo creo necesario), y sobre todo prestar atención a las señales de LA persona que en realidad me quiere como soy. Además de esta manera la cola viene sola... 

En definitiva la ecuación quedaría: “sumar sumar”. Yo sumo, vos sumás (y tal vez algún día todos sumemos), juntando energías positivas. 

Claro que no es fácil. Hay que ser perseverante. Requiere disciplina. Es un ejercicio (porque el cerebro al fin y al cabo es un músculo) diario. Tiene altibajos (como la vida), pero si uno le pone esfuerzo, decisión y muuucha paciencia, los resultados saltan a la vista. Por ende, ¿adivinen qué?: los cambios profundos se ven después de pasar por un proceso, nunca de hoy para mañana. 

También es cierto que muchas quejas son justificadas, por eso hay que expresarlas, pero creo que hay que hacerlas pensando en sumar. 

Veamos el siguiente ejemplo: fuimos a sacar 2 o 3 fotocopias. El importe es muy bajo, entonces “el comerciante” nos pide por favor (a veces no pero no dejemos que aparezcan pensamientos “negativos”) que lo ayudemos con el cambio. Nosotros no sólo no lo ayudamos, sino que además le recordamos que es él el que se tiene que encargar de proveernos del mismo. Entonces el comerciante, enojado, no nos vende. Conclusión: se nos presentó un problema, no contribuimos ni un poquito en solucionarlo, seguro que nos cambió el humor y lo más importante es que nos quedamos sin las fotocopias. Me pregunto: ¿cuál fue nuestro negocio? 

Apelo nuevamente a su imaginación. Ahora pensemos en una sociedad donde todos ponemos ese granito de suma… Porque todos sabemos que uno solo no es médano, pero también sabemos que es una conjunción de sumas la que lo forma. ¡Piensen de qué manera mejoraría el día a día! 

Por último les dejo la última retórica de hoy: ¿está en nuestras manos el cambio? 

Yo por mi parte ya me decidí. 


Quiero sumar. 


Hernán Hualpa
QUEJAS DESPAREJAS
























“Existen algunas mujeres que se quejan de todo. La típica mujer que hace todo en la casa y se queja de todo pero no deja de hacerlo y cuando alguien le pregunta porque no deja de hacer lo que no la hace feliz ella responde una de las siguientes frases: si no lo hago yo no lo hace nadie, o bien, nadie lo hace mejor que yo. Y con eso la mujer queda atrapada psicológicamente y no puede dejar de hacer lo que hace. Esto responde a un principio muy femenino que tiene que ver con sentirse necesitada” (Pilar Sordo, Viva la diferencia).

Si bien no somos todas así, hay algo de queja un poco instalado en el discurso femenino en general, a mi criterio mucho más que en el masculino.

¿De qué cosas nos quejamos las mujeres con respecto a la pareja?

Principalmente…

1- de que ellos se olvidan de las fechas

2- de que ellos son ruidosos y groseros

3- de que miran a otras mujeres

4- de que no colaboran en la casa

5- de que no nos escuchan

6- de que miran futbol o hablan de futbol todo el día

7- de que trabajan demasiado

8- de que solo se acercan a nosotras para tener sexo

9- de que sean hipocondríacos

10- que dejan la barba en el lavatorio después de afeitarse, la tabla levantada y la toalla mojada hecha un bollo sobre la cama o en el piso.


Ellos, si bien no todo el tiempo ni abiertamente, también protestan por algunas cosas nuestras, a saber:

1- de que somos muy críticas y mandonas

2- de que siempre traemos cosas del pasado a las discusiones

3- de que no admitimos cuando nos equivocamos

4- de que hablamos demasiado

5- de que invadamos su espacio

6- de que gastamos mucha plata

7- de que pensamos que ellos tienen que adivinar lo que nos pasa

8- de que consultamos todo con nuestras amigas y que cuando nos pasa algo con ellos se lo decimos a todos menos a ellos

9- de que nos duela la cabeza para no tener sexo o, en su defecto, que los castiguemos con sexo

…y por supuesto la última es obvia…

10- de que nos quejamos por todo!!!


La queja, sépanlo todos hombres y mujeres, “cae en saco roto” cómo se suele decir, no sirve para nada, solo se percibe como un zumbido en el oído. Para decir algo y que, además, el otro lo escuche es necesario comunicarlo bien. Otro día hablamos de eso.


Mariana Marotta (La Fanciulla)

martes, 12 de octubre de 2010

Buscando desesperadamente pareja no vemos las señales


En el afán de encontrar pareja, algo nada fácil, muchas veces las mujeres nos empecinamos en ver a un posible candidato (que en la semana siguiente podría convertirse en novio formal y en pocos años en nuestro marido y padre de nuestros hijos) donde no lo hay. 

Las mujeres tenemos el don de justificar actitudes “injustificables” en un hombre sólo para estirar ese lapso de tiempo en el que pareciera que le gustamos, que le interesamos o que “estamos en algo” con él. 

¿Cuales son las señales que tenés que conocer para darte cuenta que él no está interesado en vos? 

1-Le mandás un mensaje de texto y no te lo contesta en todo el día. 
Si no lo contesta enseguida puede estar en una reunión u ocupado, si una vez no te contesta en 24 hs puede haber perdido u olvidado el teléfono, pero… ¿cuántas veces en tu vida perdiste o te olvidaste el teléfono justo cuando esperabas comunicarte con alguien que te encanta??? 
Asique después del tercer mensaje que le mandás y no contesta empezá a sospechar. Lo mismo vale para las llamadas telefónicas, el msn, los mails y el Facebook
¡Cuando alguien te interesa le mandás un mensaje o lo llamás desde cualquier lado! 

2-Las pocas veces que salieron, vos organizaste todo, terminaron en su casa, más precisamente en su cama, y después te puso en un taxi sin importar la hora que era y ni siquiera se vistió para acompañarte abajo, nunca un “quedate a dormir” o un “dejá mi amor yo te llevo”. 

3-Cuando el hombre no tiene interés en comenzar una relación, después de tener sexo la primera vez, les cuenta a todos a sus amigos ese encuentro como si fuera un trofeo. 
Al contrario cuando están interesados las primeras citas no se las cuentan a nadie, de hecho a sus amigos les esconden con pretextos sus ausencias hasta que tienen cercada a la mujer en cuestión. 

4-Si sus típicas palabras son: “te llamo” o “nos vemos” y después no hace ninguna de las dos cosas probablemente es porque solo piensa en volver a verte si en algún momento vos lo llamás y él no tiene nada mejor que hacer. 

5-Si pone pretextos para todo, especialmente para verte los fines de semana, es muy probable que tenga novia o peor que esté casado o mucho peor: ¡que esté solo pero elija no estar con vos! 

A veces hacemos lo posible por justificar actitudes de él, en general porque queremos enamorarnos y encontrar una pareja, o casarnos como la mayoría de nuestras amigas. En algunas ocasiones buscamos una excusa para cada actitud de él que nos hace ruido solo para no darnos cuenta que él simplemente no nos quiere. 

Si querés ver una película sobre desencuentros amorosos te recomiendo la cinta titulada tan crudamente: “Simplemente no te quiere”, primero porque muestra que aunque a veces ellos lo nieguen o lo disimulen muy bien, también sufren por amor y necesitan alguna que otra guía para saber cómo actuar y responder ante una determinada situación en la cual el corazón está íntimamente comprometido y segundo porque es, de algún modo, esperanzadora. 

“Simplemente no te quiere”, dirigida por Ken Kwapis (Licencia para casarse), está basada en la novela homónima que llegó a convertirse en best-seller escrita por la dupla Greg Behrendt y Liz Tuccillo, y narra diversas historias que se suceden en la ciudad de Baltimore y que están unidas y conectadas por un denominador común: el amor, los diferentes humores y comportamientos humanos.


Mariana Marotta (La Fanciulla)
¿UN MUNDO IDEAL?


Soy mujer, por ende, desde la panza vengo con un deseo innato a casarme y tener hijos. A esto sumale que de chica jugaba a ser mamá, a cocinar, a planchar y que todo era color de rosas. A medida que fui creciendo algunas visiones cambiaron porque la realidad lo hizo primero. El rol de la mujer ya no era simplemente en su hogar sino que se empezó a insertar en el mercado laboral y a buscar cierta independencia en la vida. 

Hoy en día es a mí a la que le toca encaminarse y me encuentro con muchos ítems a cumplir en mi cabeza. Quiero ser independiente, soy profesional y quiero alcanzar mis metas en lo laboral y sigo teniendo el deseo de formar una familia. 

En muchas oportunidades se me viene la idea de tener muchos hijos, muchos perros, una casa grande y un matrimonio feliz… Mmm, suena lindo… ¡Pero ni novio tengo! Asique todo esto enseguida se derrumba… por lo menos por un tiempo. 

Por momentos siento que soy muy joven, que la maternidad puede esperar y que el casamiento a esta edad puede ser algo apresurado. Pero por otro lado, me faltan solo 6 años para los 30 y quiero ser una madre joven, canchera, poder disfrutar a pleno mis hijos y ahí es cuando me agarra una pequeña desesperación. 

Es en este momento cuando me abro a conocer gente, voy a determinados ámbitos para que sean de cierto target y resulta que todos son candidatos posibles, o porque es lindo, o porque tiene auto, ni te cuento el que tiene un buen trabajo, es exitoso y canchero. 

Hasta acá todo bien, conocí lo que necesitaba pero… ¿Qué le pasa a los hombres? ¿Soy yo o no quieren compromisos? ¿Soy yo la que quiere empezar a cumplir (desesperadamente) mis ítems de vida o simplemente me topé con un par de paparulos? 

¡En esta vida todo es posible! Ambas opciones pueden ser verdaderas pero yo sigo en el mismo punto de donde partí. Millones de veces me encontré diciéndole a alguna amiga: “El amor no se busca, se encuentra”. Aha, ahora que lo miro a la distancia fui una pésima amiga… ¿Cómo le voy a decir eso? ¡Si hoy en día alguien me viene a decir eso lo corro con algo! ¡De una! 

Yo no me puedo quedar tranquila esperando que el amor me encuentre, es como todo en esta vida, hay que buscar alcanzar nuestros sueños y objetivos. ¡¡¡Te juro que lo puedo aplicar a toooooooodo!!! Pero en el amor, ¿qué se hace? ¿Es mucho pedir conocer a alguien que te quiera bien, que te cuide, proteja y sueñe vivir para siempre a tu lado? 

No sé si es un “mundo” que me armé yo desde chiquita o simplemente hay algo en mí que no me deja ver las señales de que esto sea posible…que HOY sea posible. No sé si será el príncipe azul que me mostraron todas las películas de Disney, pero quiero creer que MI príncipe azul va a aparecer (o lo voy a encontrar) y que mi vida va empezar a asemejarse a la que alguna vez soñé. 

En unos años te lo cuento…


Guadalupe Kochdilian

BOICOT SENTIMENTAL 



¿Vemos las señales? 


¿Las leemos? 

¿O simplemente recorremos el camino de memoria sin prestarles atención? 

Hace un tiempo (considerable), creía que la búsqueda desesperada de pareja era la única solución para encontrar, tal cual me decían: “la que te mueva la estantería”. 

Ni siquiera los libros encontré… 

Después estuve convencido por un rato que la mejor opción para no seguir seleccionando la “media naranja”, era no buscarla más. “Ella me va a encontrar a mí…” 

Nunca llegó, obvio… Entonces cargué el cartucho y salí a tirar balas de chamuyo a quemarropa. 

Tampoco funcionó. Pero, ¿por qué? 

A ciencia cierta, no lo sé… Pero les puedo compartir una absurda teoría que especulé. 

Estaba claro que cualquiera fuera la opción mi atención estaba depositada solamente en llegar al destino… Entonces un buen día leí por algún lugar: “buscar no siempre te lleva a encontrar lo que buscás”. Es por eso que me pareció lo más apropiado nombrar este extraño fenómeno: “boicot sentimental”. 

Pero, ¿cómo funcionaba exactamente? 

Era simple. Al querer llegar con desesperación a mi objetivo, le quitaba atención por completo a todas las señales que se iban presentando. Tal vez alguna decía algo importante. Algo por lo que valiera la pena parar o al menos reducir la velocidad. Ni hablar de las de “PELIGRO” y “NO AVANZAR” a las que ni pelota les di. 

A partir de esas experiencias empecé a divagar una conclusión para tan descabellada hipótesis: las señales son infinitas (como las rutas), pero el camino es uno. El que tiene el mejor paisaje. El que me hace feliz. El que jamás me daría vergüenza mostrarlo porque es el que elegí. Mi camino. 

En fin, después de visitar algunos destinos temporales hoy estoy exactamente donde quiero estar, pero si tuviera que recorrer una nueva y extraña ruta, sabría que al momento de buscar pareja respetar las señales sería la mejor opción para disfrutar del viaje… 


Hernán Hualpa