La Fanciulla en El Exprimidor con Ari Paluch

viernes, 16 de diciembre de 2011

Las mujeres y los médicos de nuestra vida



El primero es el pediatra obviamente de quien no tenemos noción hasta los 7/8 años en que ya no nos gusta ir, si es hombre nos da vergüenza. 

En la adolescencia tenemos un pie acá y otro allá nos siguen llevando al pediatra pero no nos coincide el tamaño con los otros chicos que hay en la sala de espera. Y, como en cada consulta, él te mide y te pesa solo que antes no te importaba y en la pubertad, ya sea por mucho o por poco, es el momento más temido. 

De ahí corte a: escena con el ginecólogo. Ahora se estila mucho que la primera sea una médica, en mi caso fue un hombre. La primera vez es durísima, después como a todo te vas acostumbrando. 

Tenés que contarle cosas íntimas a un perfecto desconocido como si pensás en tener relaciones, o si de hecho ya las tenés, si te cuidás, etc. Y ni hablar de la revisación…en ese momento pensé que eso era terrible y sumamente intimidante…después me di cuenta que hay cosas mucho peores. 

Cuando llega el obstetra, el que trae tus hijos al mundo tenés una relación muy especial con él. Muchas decimos: a fulanito lo tuve con Marcos (y nombramos al médico en vez de al padre) parce que fuera hijo del médico. Una adquiere una confianza y una intimidad con él durante 9 largos meses que hace que después lo extrañes. Y después del parto si todo salió bien directamente lo amás. 

El momento previo al parto sos una especie de cosa ahí tirada por donde va desfilando gente: hombres y mujeres que te meten la mano para ver cuanta dilatación tenés. 

Yo tuve a mis 3 hijos con el mismo (marido y obstetra) y todavía me sigue atendiendo, el médico. Él es fanático del Exprimidor. Y ahora cuando voy se da una situación un tanto bizarra: mientras estoy casi desnuda y con las piernas abiertas, ya sea que me esté revisando abajo o me esté palpando las mamas para ver si no hay ningún bultito él me habla de de Ari, de Lony y de Maverino. 

El pediatra de tus hijos mientras son chiquitos es parte de la familia, yo llegué a ir 2 veces por semana con el menor al consultorio, al sanatorio, a la casa o venia él. Un día llegó a venir él a casa con toda su familia a bordo del auto un domingo a ver a mi hijo que estaba con un bronco-espasmo, imaginate la mujer lo contenta que estaba! 

Después con el tiempo van a pareciendo otras especialidades. 

Está el kinesiólogo que se especializa en bebés que lo odiás, porque para que tu hijo no junte mocos en los pulmones le pega en la espalda a tu bebito de 2 meses! Obviamente el nene llora y vos con él. 

Y además de los médicos, las mujeres tenemos que soportar al ecografista (al común y al que te hace la transvaginal en colores!) y por supuesto a la que te hace la mamografía, que la odiás casi tanto como al kinesiólogo de tu bebé. 

El mes pasado con las personas que más hablé (más que con mi mamá que ya es decir mucho!) y no solo en persona, sino tambien por teléfono y hasta nos mandamos mails fueron un gastroenterólogo, un cirujano y un proctólogo, que me han llegado a revisar de a tres y a preguntarme todo lo humanamente posible y además a volcarlo en mi historia clínica, que ahora en muchos sanatorios y hospitales son digitales, así todos tienen acceso a la misma. Lo único que espero es que no la suban a la web, porque ahí si que estoy en el hornooo!


Mariana Marotta

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Martes



Como la sonrisa que abre el filo de

la navaja, como la última bocanada

de humo sale y se escapa de los labios

apresurados, como volverse ciego

mirando una flor, como probar el elixir

magnífico de las nubes, como un crimen

sin testigos, como la bandera blanca de

la humildad, como el chirrido constante

de la indiferencia, como la trampa que

envuelven los dados, como traicionando

las reglas propias por una mujer imposible,

como la luz se prende y se ajustan las

pupilas, cuando callan los inocentes,

cuando se asustan las palomas,

cuando se encuentra una foto vieja,

cuando se detiene el tren,

cuando se arriba a la locura,

cuando se abre un vino,

cuando se ríe un amigo,

cuando se pierden las llaves,

cuando se siente la fuerza plena de la

agonía,

cuando se olvida el hambre,

cuando la amabilidad es reconocida.



Ahí me siento con vida.


(a el Lince) 

Gorila