La Fanciulla en El Exprimidor con Ari Paluch

jueves, 14 de abril de 2011

De agua somos



Que el cuerpo humano, a imagen y semejanza del Planeta Tierra, esté compuesto en un promedio de 70% de agua no es primicia. 

Lo verdaderamente impactante es que no haya otros cuerpos celestes conocidos hasta hoy por el hombre con líquidos como componente básico, (salvo “Gliese 581 g” que es un astro ubicado a 20,3 años luz de la Tierra, en la constelación de Libra y que fue descubierto en septiembre de 2010. Para más info: http://es.wikipedia.org/wiki/Gliese_581_g). Hasta ahora en los investigados lo que sobra son materiales sólidos y gases. 

Pero hablemos de líquidos porque sólo con ellos podemos utilizar el siguiente verbo: FLUIR, a mi entender uno de los más hermosos desde el punto de vista de su comprensión y utilización. 

Como todos sabemos el agua (y también el aire u oxígeno) es el elemento que predomina en nuestro mundo. Vital para nuestra subsistencia. 

No es extraño entonces que el ser humano, desde los comienzos de las civilizaciones más antiguas, haya estudiado su comportamiento nómada, para poder dominar su fluidez… O al menos tratar de hacerlo. 

Dije anteriormente que nuestro cuerpo es semejante al planeta que nos contiene, por ende está en armonía, es digamos, parte de un enorme todo. Y que genera una relación hombre - naturaleza que deberíamos tener más en cuenta, para que pueda fluir naturalmente. 

Siguiendo esta lógica llego a este punto: no puedo evitar seguir haciendo comparaciones del ser humano con, en este caso, accidentes geográficos por donde se abrió paso y cuencas naturales en donde se depositó el agua de la Tierra para quedarse. 

Están aquellos que son calmos y profundos como una laguna o lago. Los revoltosos, inquietos y peligrosos como los más rápidos ríos revueltos, que a veces se quedan sin caudal convirtiéndose en pequeños arroyos. 

Algunos se estancan al igual que pantanos o ciénagas. No nos olvidemos quienes como los mares y océanos son inabarcables, impredecibles y… salados. Otros se filtran en nuestras vidas como agua que brota de las rocas formando un manantial, y que al tiempo se seca. 

Ciertos humanos pareciera que en vez de agua, estuvieran rellenos de hielo, extraído del más austral e inexplorado glaciar. 

Imaginemos que cada uno de nosotros somos un accidente distinto, único. O mejor, que somos todos juntos y que se van alternando según la situación, ámbito y/o ánimo. 

Entonces: ¿es posible dominar nuestra gran “masa” de H2O? 

¡Claro que sí! 

La respuesta está (comparando por última vez) en las represas que podamos, queramos y lo más importante sepamos construir. 

Diques que nos van a servir para almacenar o redirigir toda la energía fluvial del cuerpo. Y tal vez, con el tiempo, dominar el arte de combinar varias alternativas: un río desemboca siempre en algún lago o mar. Y lo mejor, saber aplicar el mejor filtro cuando intenten contaminarnos el agua. 

¿Pero cómo me doy cuenta? 

Prestándole mucha atención a la fluidez. Es decir: nuestro cuerpo sabe cuando algo “no fluye”. Sí, hablo de esa incomodidad que nos brota. ¡Ojo!, tal vez el cuerpo no está avisando que debemos cambiar el curso del cauce. Y tal vez si sabemos interpretar esa energía hasta nos ayude a decidir con más certeza. 

Aprendamos sin miedo al error. 

Porque de eso se trata ¿no? Llegar al puerto que tanto ansiamos. Pero no nos olvidemos que somos presos de nuestros propio líquido. Nosotros elegimos todos los días su destino… Entonces, ¿por qué privarse de llegar de la mejor forma? (Aún si nos equivocamos de vez en cuando). 

La elección del recorrido es libre e individual. Y lo mejor es que, sólo vos podés construir los desvíos, limitar con filtros y retener con represas. Es tu agua, corre por tu geografía, por ende tenés que aplicar tu ingeniería. 

Yo por mi parte no lo dudo. Construyo para rociar todo lo que pueda. Elijo siempre que fluya… 


Hernán Hualpa.

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