La Fanciulla en El Exprimidor con Ari Paluch

jueves, 25 de noviembre de 2010

¡Mentira! Tampoco para tanto... mentiritas




De chica siempre escuché los consejos de mis padres (que en verdad no eran consejos sino que me estaban educando) que decían: “Las mentiras tienen patas cortas, no hay que mentir porque a la larga se sabe y después cuando uno dice la verdad no le van a creer”.

¡Totalmente de acuerdo! No estoy a favor de la mentira, por más doloroso que sea el asunto siempre hay que afrontarlo, a la larga duele menos. ¡Pero tampoco seamos hipócritas! Sin meternos en un terreno pesado… ¿Quién no dijo alguna vez una “mentirita piadosa”?

Las mentiritas piadosas están permitidas ¿no? Por supuesto que no hay que abusar, como todo. Pero seamos realistas, a veces te sacan de apuro y otras tantas terminan creando una situación divertida y más amena de lo que podría haber sido de otra manera.

Igualmente ya hay determinadas frases “estándar” que a veces pueden ser verdad, pero muchas otras te sacan las papas del fuego.

En lo cotidiano, las mentiras más frecuentes son:
  • ¡El colectivo no venía más!
  • Estoy sin crédito, por eso no te llamé
  • No tenía señal ó lo tenía en vibrador y no lo escuché
  • Se me quedó el auto ó me agarró un piquete

En cuanto a las relaciones amorosas también podemos encontrar una cantidad considerable de mentiras, a veces un tanto obvias:
  • Me duele la cabeza (bastante pasada de moda ya)
  • ¡Me vino!
  • Necesito un tiempo para ver que me pasa
  • No sos vos, soy yo la que no está bien (esta ya ni la uses porque no te la cree nadie)

Sé que hay un montón más, pero no se me vienen a la cabeza. No suelo utilizarlas muy seguido, tampoco voy a decir que nunca recurrí a ellas porque eso sí sería una mentira pero será que la enseñanza de mis padres quedó dando vueltas en mi cabeza en forma de eco.

Lo cierto es que al ya conocerlas, al mismo tiempo de ser una mentira es una manera de decir la verdad de forma más “delicada”. Igualmente, como dije al principio no hay que abusar de ellas porque sino eso habla mal de nosotros. Está bueno tener el coraje de decir la verdad en todo momento aunque una mentirita piadosa… ¡No le hace mal a nadie!


Guadalupe Kochdilian

MENTIME QUE ME GUSTA

Según algunos estudios el 60% de las personas somos capaces de decir un promedio de 3 mentiras en una conversación de 10 minutos con un extraño, sin contar exageraciones y omisiones.

A pesar de ser condenada por la ética y la religión la mentira es reivindicada por estudios científicos que dicen que las personas que no son capaces de faltar a la verdad suelen tener problemas de adaptación.

Para mentir hay que conocer o intuir los deseos y preferencias del otro y elaborar una situación que le resulte creíble, algo que, se ha demostrado, logran hacer los bebés de muy corta edad mientras se vinculan con su madre.

Hay grados en la mentira que van desde las más inocentes y casi inconscientes hasta las más manipuladoras y patológicas, pero de todos los desencadenantes de la mentira EL MIEDO es el más poderoso.

Pero ¿porqué mentimos?
Mentimos principalmente para:
-         eludir responsabilidades
-         para salvar nuestra imagen
-         para gustar
-         porque queremos obtener un beneficio
-         para evitar un castigo

Si bien hombres y mujeres mentimos por igual, en cuanto a cantidad, lo hacemos con fines distintos. 

Los hombres lo hacen para mostrarse mejor a sí mismos: es gracioso ver como en una reunión los hombres, todos cerca de la parrilla, en general hablan de lo bien que les va, de lo bien que juegan al futbol, de lo activos que están sexualmente y de lo grande que la tienen.

Mientras que las mujeres mentimos para hacer sentir bien al interlocutor: entonces si una amiga, en la misma reunión, está hablando de lo mal que le va en algún aspecto de su vida en general todas comentamos el aspecto que nos va peor de la nuestra para hacerla sentir mejor, si nos va bien en todo inventamos uno, y del mismo modo fingimos un orgasmo para que nuestra pareja no se sienta mal.

 

Ahora bien es cierto que tanto hombres como mujeres en muchas ocasiones preferimos no escuchar la verdad, por ejemplo casi todas las mujeres queremos que nos digan que somos las más lindas aunque no lo seamos y casi todos los hombres quieren que les digamos que son el mejor amante que hemos tenido aunque esto no sea así. O sea, mentime que me gusta…



LAS MÁS FRECUENTES

Está todo bien (sobretodo a mi mamá!)
No estás gorda/ ese vestido te queda bien (Marcos tarjeta Galicia)
No tengo batería o acá hay mala señal (cuando no tengo ganas de hablar o de dar explicaciones)
Recién veo tu mail (en realidad es me dio fiaca contestarte)
Estoy en una reunión (estoy en algo y no te puedo atender o estoy mirando vidrieras y ya tendría que estar en casa cocinando)
No es lo que parece
Ok, es lo que parece, pero no lo tenía de antes


Mariana Marotta

PRIMERO MIENTO, LUEGO EXISTO…


“Este año me pongo a estudiar. Reviso los mails y me desconecto. No tomo nunca más. Pasé en amarillo. Se me perdió tu teléfono. Te estuve llamando, pero la línea estaba ocupada. En cinco minutos llego. Nunca lo pensé. Llamame en cinco que estoy en una reunión. Te queda muy bien. El lunes empiezo la dieta. ¿¿¿Yo??? ¿¿¿con ella??? no creo. Te juro que no te estoy mintiendo. No estoy pensando en nada. En serio, sólo la puntita. Mañana lo hago. No sabés el tránsito que había. Recién acabo de leer tu correo. Puedo explicarte todo.”

Repasando algunas de las mentiras piadosas y no tanto que uno puede disparar casi sin pensar, me doy cuenta que estamos frente a un arsenal diario.

Pero lo más grave no es lo que ocultamos atrás de ellas. Creo que lo más complicado es ir creando un submundo, paralelo, en el que uno dibuja una vida irreal, generándonos un gran daño: mentirnos a nosotros mismos…

Estoy convencido que falsear no es lo difícil. Lo más arduo es que esa mentira se estire en el tiempo. Ya lo dice el viejo dicho “tiene patas cortas” y tarde o temprano, por algún desliz propio o ajeno, la farsa muere.

Es justo en ese momento cuando queremos que la tierra nos trague, desaparecer o volver a nacer.

Las comparo con un videogame. Cuando conocemos a otro ser humano empezamos con “vidas” las cuáles vamos matando con cada invención realizada. Además de construir una fama difícil de refutar.

Pero, ¿por qué mentimos?
Algunas veces por comodidad, otras para ocultar (sensaciones, sentimientos, emociones, estados de ánimo, verdaderas intenciones, errores) y en algunos casos (muy pocos) para no herir susceptibilidades. También por subestimar (no entenderías la verdad), por conseguir (lo que fuera) y la más detestable razón: para lastimar, o sea una falsedad mal intencionada (con dolo).

Las mentiras son moneda corriente; parte de la esencia del ser humano. Tanto es así que una de las primeras cosas negativas para su futuro que aprende un chico es a engañar (a imagen y semejanza del adulto). Un patrimonio mental que de a poco, creo, habría que desterrar o al menos controlar. Son tan frecuentes como habituales. Mal hábito, porque ese disfraz puede vestir dependiendo grado y escala, lo que todos criticamos: la hipocresía y/o la demagogia.

¿Estamos entonces en condiciones de criticar? ¿O cuando las falsedades se usan “de nuestro lado” por causas “justificables” están bien aplicadas? Quien esté libre de mentiras…

Es cierto que el ego de uno se siente bien cuando llevó a cabo la misión de mentir y por ende salirse con la suya. Por eso propongo algo mucho mejor aún por descubrir. Decir la verdad. Es realmente regocijante. Una sensación de felicidad incomparable. De orgullo por uno mismo. De saber que la sinceridad en muchos casos puede ser dura, pero mucho menos que una mentira descubierta.

Sin pecar de ingenuo, es por todo esto que estoy a favor de la verdad personal, en todo lugar y circunstancia. Porque creo que con un mayor porcentaje de humanos diciendo la verdad, la realidad sería visible, hecho que nos brindaría un camino de luz a todos los que queremos recorrerlo.


Hernán Hualpa

jueves, 18 de noviembre de 2010

La desatención al cliente




“Todos nuestros operadores están ocupados, por favor aguarde un momento en línea para ser atendido”.

El primer problema que se me presenta es saber cuánto es, expresado en minutos, “un momento”, para estos centros de atención.

Algunos se sacan este planteo de encima diciendo simplemente: “por favor espere en línea”. Y ahí el tiempo de espera, como diría una muñeca con mucho glamour, lo dejo a tu criterio…

Por más que me esfuerzo en entender estos sistemas, no logro comprender cuál es su lógica.

  • Los menús automáticos son eternos y muchas veces fallan, por lo que hay que llamar de nuevo, ¡y volver a marcar todas las opciones!
  • Para llegar a hablar con un ser humano hay que hacer un curso (literalmente). Parecen laberintos y trampas de números que hay que sortear constantemente. Muy recomendado para los adictos a los juegos digitales.
  • Cuando llego al fin a comunicarme con un representante de atención al cliente, casi siempre tengo la mala suerte que esa persona no puede solucionarme el problema y me deriva a otro representante, y a otro y a otro y tu-tu-tu-tu… A llamar de nuevo, iupiii…
  • Ya llevo unas dos horas y veintitrés minutos, mis arterias empiezan a obstruirse, pero finalmente alguien se apiada de mí y me da bola, pero no puede solucionarme el problema que planteo ni tampoco pasarme con un “jefe o superior”. Game over.
  • El entrenamiento de respuestas es perfecto (para ellos): estricto para cubrirse (empleados y empresa), y bastante magro al momento de solucionar problemas.
  • Si pensara en llamar por un problema con la conexión de internet, ya aprendí: reinicio mi computadora, desenchufo el cable y lo vuelvo a conectar. Así ahorro el llamado.

Otro problema que no puedo resolver es el siguiente: ¿quién es el que está brindando el servicio? ¿La empresa o el cliente?

Está claro que todo lo redactado es inversamente proporcional al momento de la venta. Esto es, eficiencia y rapidez para contratar el servicio, por ende el circuito es perfecto. Me lo brindan en dos minutos y si no estoy conforme me lo dan de baja en… (con suerte), dos años.

Estas palabras no estarían fundadas si no dijera que entiendo con claridad que la primera intención de estas (y todas las) empresas es la de ganar dinero. Entonces sería injusto recaer solamente con los representantes de atención al cliente, pero a veces te dan tantas razones… Al fin y al cabo sí son “la cara” o “imagen” de la empresa que representan en ese momento.

En fin, antes de despedirme les dejo un par de consejos al momento de hacer… la llaaa-maaa-daaa…

  • Realizarla preferentemente desde un teléfono manos libres o si tenés, un auricular inalámbrico o “headset”.
  • Si estás un poco seco/a de vientre, hacela desde baño. Con la fuerza que hacés, ni te das cuenta.
  • Ponete a limpiar la casa. Te queda impecable.
  • Jugate un juego de guerra en primera persona y representá en tus oponentes la atención en cada instante.
  • Si se te acabaron las opciones lógicas, puteá. Nunca es bueno guardarse el veneno. Eso sí, tené en cuenta que para una mejor atención, la llamada está siendo grabada.


Hernán Hualpa
EL FAMOSO “ATENCION AL CLIENTE”


Estamos en la era en donde todo es posible. La tecnología avanza a pasos agigantados y  por eso a veces hasta cuesta entenderla, y es aquí donde tenemos que recurrir a un gran invento: el famoso “atención al cliente”.

Otra cosa que sucede mucho en nuestros tiempos es que, como dije al principio, todo es posible y justamente para que esto sea posible hay mucha gente astuta que creó empresas que brindan todo tipo de servicio. El que se te ocurra, existe.

Por un lado está buenísimo porque podés conseguir lo que quieras, pero por el otro lo único que se genera es que estés pensando todo el tiempo en consumir, en tener cada vez más cosas y todas “por las dudas”, porque nada suele ser literalmente necesario.

Pero todo concluye en lo mismo. Porque si contratás un servicio lo lógico es que lo uses y si lo usas es probable que en algún momento tengas que hacer un reclamo o recurrir a la empresa para que te solucionen algún problema, y es aquí donde nuevamente aparece en escena el famoso “atención al cliente”.

Sin ir más lejos la atención al cliente es un servicio… ¿es un servicio?

Personalmente no soy muy amiga de la tecnología, supuestamente existe para simplificarte la vida, para hacerla más fácil y rápida pero en mi caso lo único que hace es complicarla y entorpecerla hasta el punto de ponerme de mal humor.

Si tuve un problema con la conexión o con mi celular ¿por qué tengo que recurrir a una máquina para que me lo “solucione”? Porque aparte es mentira, no me lo soluciona, sino que me filtra para que aborte mi operación o para que pierda más tiempo de mi vida esperando a que una persona de carne y hueso me atienda tres horas más tarde.

Persona con la que hablás, persona que te dice que tuvo inconvenientes alguna vez en su vida con un centro de atención al cliente. No voy a meter a todos en la misma bolsa porque de vez en cuando puede pasar que te atienda alguien amorosamente y que por unos instantes logre hacerte creer que no todo es tan terrible en ese pequeño mundo.

A veces he tratado de encontrarle la explicación al accionar de este servicio porque no puede ser que todos estos centros, de todas las empresas, funcionen mal. Mis preguntas fueron las siguientes:

  • ¿Tanta gente se está quejando como para que todo el día “todos los representantes se encuentran ocupados en este momento”?  Entonces, si tanto se quejan significa que ¡el servicio es una porquería! ó sino ¡son tres gatos locos los que están trabajando y por eso nunca me atienden! (Igualmente me inclino más por la primera conclusión).

  • ¿Ganarán más plata por tenerte colgado en el teléfono por tres horas? ¿Tendrán un convenio con las telefónicas? No creo…si son (generalmente) 0-800. Si no es por eso, lo único que me sale pensar es que disfrutan de la pérdida de tiempo ajeno.

La vida cotidiana sigue evolucionando pero parece que este servicio es una falencia que tenemos que arrastrar por un tiempo más, que le cuesta progresar, que es molesto, que mal predispone a las personas pero que paralelamente ayuda a resolver problemas que no podemos solucionar por nuestros propios medios y que nos despeja las dudas que nos abundan cuando no entendemos algo.

¿Será que no es tan terrible? Puede ser, tal vez me dejé llevar por la ira de malas experiencias, pero que no todo es tan drástico. Las cosas se pueden revertir, los empleados pueden estar muy ocupados pero atender muy cordialmente cuando sea tu turno, darte esa mano que estás necesitando y cumplir con el objetivo.

En fin, es un servicio que no está en vías de extinción, más bien todo lo contrario, por eso mismo tendremos que aprender a entenderlo, aceptarlo y ayudar con nuestro mejor ánimo a que evolucione para que estemos todos contentos y sobretodo ¡¡¡sin problemas!!!


Guadalupe Kochdilian
¡¡¡SERVICIOS Y LA P@%$#@%/#!!!


Pocas cosas me hacen perder más la paciencia que atender el teléfono y que me hable una señorita a la que yo no conozco, pero que evidentemente tiene unos cuantos datos míos como el nombre, el teléfono y sabe que tarjeta de crédito tengo, para ofrecerme un supuesto beneficio al que practicamente nadie accede y que es casi gratis, salvo por un pequeño monto que vas a tener que pagar. 

Lo que más me irrita de los telemarketers es que no te preguntan si estás ocupada o es un buen momento para hablar. Sólo confirman que seas vos o la “propietaria” y comienzan con un speech sin pausa para que no le puedas mechar un rápido “gracias pero no me interesa”. 

La secuencia anterior ocurre habitualmente cuando ellos quieren “venderte” algo encubiertamente o no. 


¿Pero que pasa cuando sos vos el que querés llamar a una empresa de servicios? 


Normalmente te atiende un contestador automático que te da un menú interminable de opciones, que te conducen a un menú secundario con más opciones, vos intentás agudizar el oído para ver si alguna opción es comunicarse con un operador o ser atendido por un ser humano, algo que sucede cada vez menos. 


La realidad es que cualquier opción que presiones te conduce a una musiquita insoportable (no es hora de que reemplacen esa versión espantosa de “Para Elisa”) y cuando finalmente alguien te atiende y le contás el motivo de tu llamado incluyendo todos los datos, nombres, números de documentos, de partida, de teléfono y de tarjeta de crédito, etc que te piden y cuando creés que por fin lograste tu cometido pasan dos cosas: la llamada se corta o bien te pasan a dos o tres operadores más, música mediante, que te hacen repetir todos los datos antes mencionados. Ni hablar si lo que querés es darle de baja a un servicio, que al contratarlo no tuviste ningún inconveniente ni demora, vas a tener que someterte a todo esa “encuesta” telefónica sumada a una explicación que a ellos les parezca lógica de los motivos por los cuales querés dar de baja al servicio que prestan y además hacer un pedido por escrito y mandar una copia por fax, otra por mail y otra por correo postal por las dudas. 


Pero lo que realmente nunca entendí es porque se hacen los estrictos con que sea el titular de la tarjeta o servicio el que hable por teléfono si claramente mientras que sea alguien del mismo sexo cualquiera puede hacerlo y ellos jamás se darían cuenta ¿o me vas a decir que conocen la voz de todos los clientes?


Mariana Marotta

jueves, 11 de noviembre de 2010

Mis mejores amigos


La verdad es que me cuesta creer en la amistad entre el hombre y la mujer. La vida me demostró que cuando dos personas del sexo opuesto, o del mismo si son homosexuales, pasan de ser simples compañeros y empiezan a verse y hablar con frecuencia sobre temas personales alguno de los dos le quiere dar al otro, o en su defecto ambos (entonces es el comienzo de “algo”). 

Quiero decir, cuando tenemos un problema o queremos hablar de un tema serio en general las mujeres llamamos a nuestras AMIGAS y los hombres, en general no llaman a nadie, pero si lo hicieran habitualmente es a un amigo varón. 

Sin embargo hay algunos amigos varones que todas tenemos:

5. Tu papá: Si bien todos coincidimos que padres e hijos no son ni deberían ser amigos tu papá es el primer hombre con el que compartís cosas. Es el que se come tus caramelos chupados, te eneseña a andar en bicicleta, a nadar y a manejar. Es el primero que te convence de que sos linda y especial. Pero por sobre todas las cosas es el molde de todos los hombres (amigos, novios, maridos) de tu vida. 

4. El compañero: Es un amigo temporal, generalmente compañero del colegio, de la facultad, del trabajo o de algún curso. Las mujeres funcionamos en bloque (no sólo para ir al baño), nos gusta estudiar de a dos, no nos gusta llegar solas a una reunión, ni comer solas. Para eso siempre hay un compañero, que desaparece cuando termina el curso, colegio o facultad. 

3. Un ex novio: A pesar de que pasaron muchos años y estás casada con hijos y él también siempre hay un ex que querés mucho, él también te tiene cariño y la vida los llevó a seguir en contacto, y sí, ahora son amigos, tal vez con alguna fantasía oculta, pero amigos al fin. 

2. El novio o marido de tu amiga: Como generalmente los opuestos se atraen vos tenés muchas cosas en común con él y tu marido/novio con tu amiga. Entonces se comprenden y se llaman cuando hay peleas con la pareja e invariablemente dicen: ¡tal cual! ¡Me pasa lo mismo! 
(A ellos les gusta quedarse en casa y hacer un asadito, a ustedes salir e ir a recitales…) ¡Ojo con eso! Puede ser el comienzo de algo verdaderamente peligroso y sino mirá la película “Closer”. 

1. El amigo gay (cómo no podía ser de otra manera en el puesto n°1): A tu papá le ocultás detalles de tu vida amorosa, a tu pareja tu pasado sexual y las conversaciones con tus amigas, a tu hijo varón todo lo anterior. 

Al único hombre al que una mujer puede confiarle TODO es a su amigo gay. Con él podés ser vos con tus miserias y sin culpa. 

Es el mejor consejero y podés llevarlo al shopping, ¡porque la pasa tan bien como vos!


Mariana Marotta

AMIGAS, NO GRACIAS

Todo lo que puedo decir sobre este tema se reduce a: no tengo amigas (y creo que nunca las tuve).

Lo que sigue, entonces, es tratar de dar mi punto de vista, que lejos de ser una justificación, es una conclusión, a la que llegué después de muchos años. No digo que sea la definitiva, pero al menos es un avance dentro de la marea de desconciertos que me provocan las mujeres.

Yo creo que se trataba (en mi caso) de una mera cuestión de tensión sexual. A veces había muy poca y entonces podía entablar cierta relación (que nunca llegaba a ser amistad), pero en otras ocasiones superaba mi equilibrio sentimental-emocional y entonces chau “relación amistosa”.

Es cierto que cuando uno es chico y todavía no tiene otras intenciones más que jugar es más fácil relacionarse con chicas (sólo un poco más fácil). Pero ni siquiera en esa etapa pude zafar de situaciones “eróticas” como la que describo a continuación: ella, una hermosa nena rubia de apenas 6 añitos, la misma edad del monstruo que escribe estos párrafos. Dos nenes que deciden jugar en ¡LA DIRECCIÓN! de la escuela, nada menos que al doctor (sí, el clásico juego para tener las primeras experiencias con el sexo opuesto). El final fue cantado. Los dos totalmente desnudos fuimos descubiertos por la directora y amiga personal de las madres de ambos… Imagínense el sermón.

La confusión llegó en mi adolescencia. ¿Amigas? Mmm… Estoy haciendo un ejercicio de memoria y no puedo recordar haber tenido una relación sin tensión… Por h o por b siempre la terminaba cagando. Casi nunca con la verdad. Siempre había alguna excusa. Porque la única verdad es que nunca me animaba a decirles lo que me pasaba. No me hacía cargo.

Y ahí está, imagino, la semilla de este tema. Hacerse cargo de lo que uno siente. ¿Cuántas veces estiramos relaciones amistosas por el sólo hecho de “que no se terminen” o para “ver qué pasa”?

En mi presente las cosas cambiaron. Trato de hacerme cargo de todo lo que hago y dejo de hacer (acción nada fácil de realizar sin traspiés, reconozco) y esto incluye indudablemente mi relación con las mujeres.

Son compañeras, amables, emprendedoras, comprensivas, amplias, seductoras, abiertas, graciosas… Son todo eso y mucho más. Pero amigas, no.

Sólo con mi pareja actual pude entablar una verdadera amistad (si me permiten llamarla así), pues me enseñó un plano desconocido en mi vida, para construir los cimientos de una relación adulta.

Pero ese ya es otro tema.


Hernán Hualpa
MIS AMIGOS VARONES

¿Qué es la amistad? Desde mi parecer, un amigo es aquella persona que te acompaña en la vida desinteresadamente (sea hombre o mujer). El que se alegra de tus alegrías y el que te levanta o no te deja caer cuando algo malo te pasa. 

Hasta acá perfecto, pero la pregunta del millón es ¿existe la amistad entre el hombre y la mujer? Como no tengo esa respuesta voy a responder desde mi experiencia y punto de vista. 

La mujer tiene la capacidad de calificar a un hombre como amigo, puede tener amigos sin pensar en pasar a otros planos, en cambio el hombre primero ve a la mujer como una posible conquista y después le pone una categoría (dependiendo de la reacción de la chica, por supuesto). 

Amistad 100% me cuesta creer que exista porque una relación tan estrecha puede derivar en confusiones. A un amigo lo comprendés, lo escuchás, lo aconsejás, comparten cosas y lo querés tanto que, encima por ser mutuo puede traer confusiones. 

Ojo que lo mismo puede pasar con un novio, que después de estar un tiempo juntos te das cuenta que termina siendo un amigo con derecho a roce y no el amor de tu vida. 

Por eso es delicado el asunto, las relaciones son tan complicadas como las personas que las protagonizan pero después de esta conclusión me surge otra pregunta: ¿Cómo lo llamo a ese chico con el que me llevo re bien, con el que salimos y nos divertimos pero no pasa más que eso? ¿No se lo llama amigo también? 

Tal vez la palabra sea la misma pero el rango de importancia en nuestro corazón está puesto en escalas más abajo, porque no es nuestro compañero de vida sino simplemente un compañero de momentos y que también está buenísimo tenerlos porque todas las relaciones suman y nos hacen ser lo que somos. 

Con algunos compartimos mates, charlas profundas, secretos y confidencias, mientras que con otros solo salidas, unas cervezas y anécdotas graciosas. Pero todos se definen con la misma palabra: amigo. ¿Será así? 


Guadalupe Kochdilian.

jueves, 4 de noviembre de 2010

La naturaleza es sabia


Como en muchos aspectos de la vida, en lo que respecta a las enfermedades, las mujeres actuamos de forma muy diferente a los hombres. Para ellos, cuanto más leve es el asunto, más problema hacen ¿Y quiénes los aguantan? ¡Cualquier mujer con vínculo estrecho! (Léase: mamá, hermana o novia, en caso de que tenga). En cambio, cuando a nosotras nos pasa algo ¿quiénes nos aguantan? Nosotras mismas… 

Empecemos por lo más sencillo como es un dolor de cabeza: 

Ellos: tardan en levantarse, le comentan a toooooooodo el mundo acerca de su dolor, que por supuesto va acompañado de una cara de sufrimiento como si le hubiesen operado una pierna y ni siquiera se dignan a buscarse una aspirina, se la tiene que traer alguien (porque casi que están inválidos) y si es mamá ¡muuuucho mejor! 

Ellas: se levantan, se toman una aspirina y siguen con su rutina. 

Ahora pasemos a un plano un poco más heavy. Se acerca el invierno, empiezan los cambios climáticos. En la calle, frío y en la ofi, calefacción a pleno, por supuesto que ningún cuerpo aguanta y de a poquito la gente empieza a caer en la famosa gripe. 

Ellos: están al borde de la muerte, por lo tanto cuantas más enfermeras tengan, mejor. O sea, mamá, hermana\s, novia y mejor amiga, en caso de que tenga y que la novia no esté celosa. Hay que tomarles la temperatura, cada ocho horas darles el antibiótico, hacerles la comida (y comer con ellos en la cama) y en caso de que transpiren mucho acercarles una toalla y una remerita limpia para que se cambien. (Sin detallar los mimos en la cabeza y quedarte largo rato haciéndoles compañía para que no se aburran). 

Ellas: se arman su bunker. En la mesita de luz están: el termómetro, el antibiótico, el vasito de agua, revistas femeninas, el control remoto, el celular (que suena cada ocho horas para tomar el antibiótico) y el inalámbrico. Punto. 

Hay una leve y gran diferencia, a la vez, en estos casos entre los hombres y las mujeres. Los primeros se preocupan, mientras que ellas se OCUPAN. A esta altura me atrevo a decir que es vox populi que la mujer tiene un “aguante” mayor al masculino y por algo el parto lo tiene la mujer, definitivamente… La naturaleza es sabia. 


Guadalupe Kochdilian
LA GRIPE DE MI PAREJA VS. LA MÍA 


No hay nada peor que caer en cama cuando no tenés ganas de estar ahí. 

Mi vida de pendejo se debatió entre infecciones pulmonares y alergias de todo tipo. Por eso sé lo que es estar engripado un 10 de enero en plenas vacaciones y toda la familia disfrutando del mar. 

Es nada agradable. 

Créanme no hay nada mejor que la compañía para esos momentos. Y como uno sabe que nuestra pareja sabe que la estamos pasando mal, es ahí cuando tenemos que actuar responsablemente: 

requiriendo cariño: 
  • Mi amoooooooor, ¡necesito masajes!, 
solicitando asistencia: 
  • Bicho, ¿no me traés un vaso de agua? Y ya que pasás por la cocina, ¿no te cocinás un pollo al horno con papas? Más bien cocidito, o sea no quemado, a punto, ¿dale? Ah y no le pongas mucha sal… El doc dijo que pollo podía ¡eh! Graciaaaaaaaaaaaaaaas…, 
delegando tareas: 
  • ¡Bebé! Antes de ir a laburar acordate que tenés que pasar por el banco para pagar los servicios y por el local del microcentro de cable para dar de baja el servicio, 
implorando comprensión: 
  • No hermosa, no es que me guste taaanto el fútbol, es que no hay nada para ver… ¿te diste cuenta?, 
y sobre todo mostrando coraje: 
  • Me duele, me duele, me duele, me duele, llamá al médico, me duele, me duele, me muero, me duele, me duele, me duele, no me toques, me duele, me duele, me duele, ¡ME DUELE! 

Y por supuesto, como todo en la vida es ida y vuelta, allí estaremos cuando nuestra mujer lo requiera. Respondiendo con todo el amor que ellas nos brindaron incondicionalmente: 

  • ¿Masajes? Dale, te llevo la guía. Fijate en la “m”, hay dos o tres muy buenos me dijeron. 
  • Tomá el vaso con agua. El pollo al horno hoy te lo debo porque quedé con los chicos. ¡Uy mirá que tarde es! Cuando vuelvo paso por la rotisería no te preocupes… Pata – muslo ¿no? 
  • Tengo dos reuniones ahora, reina. Andá mañana vos al banco. Seguro vas a estar mejor. Y de paso da de baja el cable. Tenés que llevar las tres últimas facturas pagas. Te las dejo arriba de la tele. Te quiero, chauuu.  
  • Dale chuchi, dejame ver un ratito a mí la tele. Vos estuviste todo el día. ¡Es un partido nada más! 
  • Peeero cheee, ¿tanto te quejás? Si es una gripe nada más… 

Hernán Hualpa

LA GRIPE DE ÉL VS. LA GRIPE DE ELLA


Hombres y mujeres somos muy distintos desde chiquitos, y la gripe no es una excepción. 

El hombre con gripe, no importa la edad que tenga pero cuanto más grande peor, es sinónimo de él en su lecho de muerte. 

Está convaleciente, no puede hacer nada. 

Le molestan los ruidos, o sea le molestan los chicos, aunque sean sus propios hijos. 

Cada un minuto o dos te pide algo: una aspirina, un té, el termómetro, un pañito frío… 

El hombre en general fantasea con todas las enfermedades que conoce y cuando se siente mal también con las que desconoce, pero no va al médico ni a palos ni sano ni enfermo. 

Tiene 37° y delira. También ronca, más que de costumbre, por el resfrío, y todo el día porque la fiebre lo voltea. 

Son apenas dos o tres días pero a vos te parecen dos o tres meses. 

Ella con fiebre es básicamente igual que cualquier otro día, pero con fiebre. 

Sí, vos hacés todo lo mismo que de costumbre o más, porque vos sí vas al médico pero con un malestar permanente que disimulás bastante bien con maquillaje. 

Por supuesto están los machos que no hacen nada de todo lo que mencioné anteriormente y las tilingas que son insoportables sanas, imaginate enfermas, pero de ellos no vamos a hablar hoy. 

Si estás con uno de esas raras excepciones, en el caso de que sea un hombre cuidalo y no lo cuentes mucho, y si es una mujer tenés que saber que son las menos y no saliste favorecido en el sorteo, pero si te la querés bancar será porque algo bien estará haciendo…y muy bien. 


Mariana Marotta