La Fanciulla en El Exprimidor con Ari Paluch

viernes, 16 de diciembre de 2011

Las mujeres y los médicos de nuestra vida



El primero es el pediatra obviamente de quien no tenemos noción hasta los 7/8 años en que ya no nos gusta ir, si es hombre nos da vergüenza. 

En la adolescencia tenemos un pie acá y otro allá nos siguen llevando al pediatra pero no nos coincide el tamaño con los otros chicos que hay en la sala de espera. Y, como en cada consulta, él te mide y te pesa solo que antes no te importaba y en la pubertad, ya sea por mucho o por poco, es el momento más temido. 

De ahí corte a: escena con el ginecólogo. Ahora se estila mucho que la primera sea una médica, en mi caso fue un hombre. La primera vez es durísima, después como a todo te vas acostumbrando. 

Tenés que contarle cosas íntimas a un perfecto desconocido como si pensás en tener relaciones, o si de hecho ya las tenés, si te cuidás, etc. Y ni hablar de la revisación…en ese momento pensé que eso era terrible y sumamente intimidante…después me di cuenta que hay cosas mucho peores. 

Cuando llega el obstetra, el que trae tus hijos al mundo tenés una relación muy especial con él. Muchas decimos: a fulanito lo tuve con Marcos (y nombramos al médico en vez de al padre) parce que fuera hijo del médico. Una adquiere una confianza y una intimidad con él durante 9 largos meses que hace que después lo extrañes. Y después del parto si todo salió bien directamente lo amás. 

El momento previo al parto sos una especie de cosa ahí tirada por donde va desfilando gente: hombres y mujeres que te meten la mano para ver cuanta dilatación tenés. 

Yo tuve a mis 3 hijos con el mismo (marido y obstetra) y todavía me sigue atendiendo, el médico. Él es fanático del Exprimidor. Y ahora cuando voy se da una situación un tanto bizarra: mientras estoy casi desnuda y con las piernas abiertas, ya sea que me esté revisando abajo o me esté palpando las mamas para ver si no hay ningún bultito él me habla de de Ari, de Lony y de Maverino. 

El pediatra de tus hijos mientras son chiquitos es parte de la familia, yo llegué a ir 2 veces por semana con el menor al consultorio, al sanatorio, a la casa o venia él. Un día llegó a venir él a casa con toda su familia a bordo del auto un domingo a ver a mi hijo que estaba con un bronco-espasmo, imaginate la mujer lo contenta que estaba! 

Después con el tiempo van a pareciendo otras especialidades. 

Está el kinesiólogo que se especializa en bebés que lo odiás, porque para que tu hijo no junte mocos en los pulmones le pega en la espalda a tu bebito de 2 meses! Obviamente el nene llora y vos con él. 

Y además de los médicos, las mujeres tenemos que soportar al ecografista (al común y al que te hace la transvaginal en colores!) y por supuesto a la que te hace la mamografía, que la odiás casi tanto como al kinesiólogo de tu bebé. 

El mes pasado con las personas que más hablé (más que con mi mamá que ya es decir mucho!) y no solo en persona, sino tambien por teléfono y hasta nos mandamos mails fueron un gastroenterólogo, un cirujano y un proctólogo, que me han llegado a revisar de a tres y a preguntarme todo lo humanamente posible y además a volcarlo en mi historia clínica, que ahora en muchos sanatorios y hospitales son digitales, así todos tienen acceso a la misma. Lo único que espero es que no la suban a la web, porque ahí si que estoy en el hornooo!


Mariana Marotta

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Martes



Como la sonrisa que abre el filo de

la navaja, como la última bocanada

de humo sale y se escapa de los labios

apresurados, como volverse ciego

mirando una flor, como probar el elixir

magnífico de las nubes, como un crimen

sin testigos, como la bandera blanca de

la humildad, como el chirrido constante

de la indiferencia, como la trampa que

envuelven los dados, como traicionando

las reglas propias por una mujer imposible,

como la luz se prende y se ajustan las

pupilas, cuando callan los inocentes,

cuando se asustan las palomas,

cuando se encuentra una foto vieja,

cuando se detiene el tren,

cuando se arriba a la locura,

cuando se abre un vino,

cuando se ríe un amigo,

cuando se pierden las llaves,

cuando se siente la fuerza plena de la

agonía,

cuando se olvida el hambre,

cuando la amabilidad es reconocida.



Ahí me siento con vida.


(a el Lince) 

Gorila

martes, 20 de septiembre de 2011

To be or not to be




La famosa frase de Shakespeare (en su obra: Hamlet) significa, como todos sabemos, ser o no ser. Sin embargo el verbo “to be” en inglés significa ser y estar. 


Hoy vamos a hablar de “estar o no estar”, no de “ser o no ser”. 


Ayer como a las 8 de la noche fui a un supermercadito a hacer una comprita de último momento y pasé por un bar que hay al lado donde había una mamá y una nena de unos 7 años sentadas en una mesa afuera. Claramente los 20° de la tarde habían descendido notablemente, no estaba para comer afuera. Noté que mientras la nenita comía unas papas fritas con huevos fritos a caballo la mamá fumaba y hablaba por teléfono. Ahí entendí el porque de la mesa afuera. 


Evidentemente no era que la había llevado a hacer “un programa” sino más bien: le doy de comer temprano, cuando me voy para casa tal vez se duerme en el auto y listo tachame la doble. 

Sin ánimo de criticar a la señora, más bien la uso solamente a modo de ejemplo de cómo uno puede estar en un lugar en determinada situación pero en realidad no estar, y obviamente que me reconozco en esa actitud. 

Seguramente todos nosotros alguna vez lo hicimos. 

En particular con los chicos, porque a veces estamos cansados, con la cabeza en mil cosas y cuesta conectar con el lenguaje infantil, con la demanda o el juego. 

Ahí es dónde cobra valor el tema de “con los chicos más vale calidad que cantidad”, que, si bien a veces suena a excusa, creo que es una gran verdad. 

Yo me acuerdo que cuando los chicos eran chiquitos yo llegaba y ellos se me venían al humo, querían que les de bola y jugar conmigo, entonces yo me iba al cuarto les sacaba todos los juguetes y me sentaba a hablar por teléfono o a escribir. Eso no es estar. 

Y, paradójicamente, cuanto menos bola les daba más fastidiosos ellos se ponían y se me subían arriba y gritaban, con lo cual yo no podía ni hablar por teléfono, ni escribir, ni tampoco jugaba con ellos. O sea no hacía nada bien. 

Con los años fui aprendiendo que debemos estar presentes en cada cosa que hacemos. 

Pero en particular con nuestros hijos. 

No tratemos de “zafar”. Destinemos cierta cantidad de tiempo, no importa si es mucho o poco, pero ese tiempo ESTEMOS en serio. Juguemos, hablemos, escuchemos, hagamos la tarea, sentémonos en la mesa a comer y a hablar con ellos o veamos una peli con ellos. 

Ellos lo van a notar y rápidamente se van a quedar “saciados” de nosotros. Y nosotros no nos estaremos perdiendo una etapa que, créanme, pasa volando.

Mariana Marotta

miércoles, 31 de agosto de 2011

Terminators



Autómatas. 

A veces me da la sensación que no nos entendemos. Que nos escuchamos, pero que no nos comprendemos. 

Y además que hacemos por hacer. Un simple impulso, lo que agrava la cuestión ya que hacemos sin saber por qué hacemos. 

Como máquinas. 

¿Estamos obligados a entender por qué hacemos lo que hacemos? 

No, obligados no. 

¿No es más fácil dejar que sucedan las cosas y listo? 

Yo creo que sí, pero también creo que se nos complicaría entender por qué nos suceden "esas cosas" (no importa si buenas o malas), consecuencia del impulso primario, completando un programa que en muchas ocasiones ni sabemos que estamos ejecutando. 

El software de la máquina. 

Así estamos programados y hasta que no “despertemos” no lo sabremos. Un programa no sabe que existe, sólo cumple órdenes de ejecución. 

Pero ¿cómo despertar el autómata? ¿De qué manera se le da vida? ¿Cuál es la fórmula para humanizar sus acciones? 

Asumo que un ingrediente necesario es la decisión de observarnos. Revertir la proporción, ya que una máquina no se detiene a revisar sus acciones tanto como la de los demás. Simplemente ejecuta comandos de programación. 

Al menos esto serviría en un principio. Luego tendríamos que sostenerlo en el tiempo. Para ello debemos hablar de “voluntad”, indispensable para llevar a cabo este y cualquier trabajo. 

Pero no nos apuremos, ya que tenemos una vida por delante… Siempre y cuando dejemos de actuar como autómatas. 


Hernán Hualpa

jueves, 11 de agosto de 2011

¡Tengo a mis suegros metidos en la cama!



Fui a ver Medianoche en Paris, la última peli de Woody Allen, y, si bien hay muchas cosas que se podrían decir de la película (que por cierto me encantó), decidí hablar del tema suegros. 


Cuándo uno dice suegros piensa inmediatamente en los padres de ella, sin embargo hay algunos hombres que también habilitan a sus padres a que se metan en nuestra cama. Acuérdense en Match Point, también de Woody Allen, como los padres de ambos iban induciendo a sus hijos para que elijan al “candidato” que más se acercara a su nivel socio-económico, y si no era el caso lo moldeaban a su imagen para que terminara siendo “uno de ellos”. En el caso del hijo varón tanto le “bocharon” a Nola, el personaje de Scarlett Johanson, hasta que él la deja y se busca una chica de alcurnia y se casa. 

Convengamos que no todos los padres/suegros son así pero que los hay los hay ¿está exagerado en la peli? Tal vez caricaturizado. Aún hoy existen padres que se pelean con sus hijos o dejan incluso de hablarles porque no les gusta el candidato, por ser de otra clase social, religión o partido político, o porque él o ella confesó ser homosexual por lo tanto presenta a un candidato/a del mismo sexo. 

También están los suegros macanudos que te regalan el primer departamentito, y los jodidos que te lo regalan pero te dicen en qué B° lo tenés que comprar, que casualmente es a la vuelta de su casa. 

Están los suegros que te invitan a almorzar una vez cada tanto y los que OBLIGAN a la reunión familiar en su casa todos los domingos sin excepción y si no vas se ofenden. 

Están los que te regalan el auto que era de ellos o te lo cobran en cuotas pero después lo escanéan cada vez que llegás: 

- Qué sucio lo tenés! 
- Este rayoncito no lo tenía cuándo te lo dí. 
- Le hacés el service? 
- No te olvides de cambiarle el aceite. 
- Qué es ese ruidito? Lo hiciste ver? 


Están los que aparentemente aceptan a tu pareja pero te meten fichas en cuánto pueden, típico, claro, de la madre de ella, y te dicen cosas del tipo: 

- ¿Otra vez salió con los amigos? ¿Vos estás segura? (eso en tu cabeza se traduce como: me está cagando) 
- ¿Hasta tan tarde duerme? Papá jamás se levanta más tarde de las 8. (mi marido es vago) 
- Ese muchacho no tiene paciencia con los chicos. (elegí un tipo que es un mal padre) 
- Decile a tu marido que arregle la lámpara, de la casa hay que ocuparse sino se te viene abajo. (mi marido es un dejado, y se te aparece la imagen de Homero Simpson) 


¿Los suegros metidos pueden arruinar una pareja? ¿o son los mismos adultos miembro de las pareja los responsables? Cuando uno es adulto, digo más de 25, es responsabilidad de uno hacerse cargo de sus elecciones, no darle tanta cabida a la opinión de mamá y papá y sobretodo establecer límites claros, algo nada fácil. 

La opinión de nuestros padres nos importa siempre, aunque nos cueste reconocerlo, no importa la edad que tengamos, sus palabras quedan dando vueltas en nuestra cabecita. Aunque ésto no significa que tengan razón. 

Tenemos que trabajar la capacidad de escucharlos y luego hacer nuestras propias elecciones. 

Un vez conformada la pareja preservar la intimidad parece lo más sensato. Ahora bien si uno no es capaz de hacer esto, creo que la respuesta es sí, la pareja se puede deteriorar mucho si tenemos a los suegros metidos en la cama. 

A veces preservar la pareja es trabajo del yerno o nuera que tiene que decir no a ciertos gustos, lujos, vacaciones que de otro modo no se podrían gozar. 

Por último, cómo identificar a un nene de mamá y salir corriendo para el otro lado: 

- Si cuándo lo conocés tiene más de 28 y todavía vive con los padres. 
- Si tiene más de 30 y todavía tiene una trajeta de crédito que es una extensión de la del padre y encima él se la paga y controla sus gastos! 
- Si en su celular los números gratis son el de su papá y el de su mamá. 
- Si sólo va de vacaciones a dónde sus padres tienen o alquilan casa. Si es abogado porque su papá y su abuelo eran abogados.


Mariana Marotta

jueves, 21 de julio de 2011

¿Consumo o depredación?



¿Qué es lo peor que me puede pasar estas semanas, aparte de ver como la selección sigue sin ganar una copa?

Trabajar en un shopping en vacaciones de invierno.

Bueno, para ser sincero, no es lo peor peor. Pero como se acerca…

Es que aparte de la evacuación de dudas diarias, apuros innecesarios (al fin y al cabo es un centro comercial, ¿no se supone que es para disfrutar el momento?), la búsqueda frustrante de promociones y descuentos, se suman los chicos. Criaturas no fáciles de satisfacer y mucho menos de controlar.

Es más, en varias ocasiones veo como los locales se convierten en una suerte de guardería. Los progenitores liberan las pequeñas bestias y pretenden que éstos se comporten como señoritos ingleses. O lo que es peor, que los laburantes oficiemos de niñeros improvisados: ¿no me lo mirás un segundito? Voy a ver Piratas 4 y vuelvo. Daaaleee, si es un ratitooo.

Yo recuerdo el entusiasmo y la expectativa que generaron en la población estos monstruos comerciales en la década de los ’90.

Pero como en todo cambio, se produjeron consecuencias.

Que son más cómodos, eso lo entiendo. Son más fashion (o top), también lo comprendo. Pero también son impersonales, antisociales (los desafío a que observen la proporción de personas que saluda, y las que estando en su mundo preguntan cualquier cosa, en cualquier tono, sin siquiera un “hola, buenos días”), y además fueron la sentencia de muerte de los espacios públicos de recreación: las plazas, los potreros, la esquina…

El consumo nos consume. Y entonces ya nunca más fuimos compradores, empezamos a ser depredadores comerciales.

Depredadores porque el eslabón de consumo, indefectiblemente genera una gran cadena de necesidad de búsqueda de recursos naturales, de materia prima. Depredamos más rápido de lo que se reconstituye la tierra que los genera. Pero ojo, creer que podemos ganarle la carrera a la naturaleza es propio de humano, o sea no entender las consecuencias que esto genera, o lo que es peor, comprender lo que significa y sentirnos omnipotentes: “me chupa un huevo”, proclamamos…

Entonces creo que estamos en la persecución del dinero, la que no nos lleva a otra meta que seguir generando más dinero… para los que lo manejan, nunca para nosotros.

Finalmente llegó la exclusión: “si no lo tenés, no existís”.

Quisiera ser claro, no tengo nada contra la adquisición de productos. Y si esto genera un bienestar económico para muchos, mejor. Lo que me ocupa son las insaciables demandas que tenemos los humanos…

En fin, serán dos largas semanas de consumo. Dos largas semanas de consumo desmedido.

Como depredadores, que pareciera ser lo que somos…


Hernán Hualpa

jueves, 7 de julio de 2011

¡Lo primero es la familia!



Frase trillada si las hay, pero ¿es siempre así? o ¿es así para hombres y mujeres por igual?

Creo que hombres y mujeres nos comportamos distinto y a destiempo también en este aspecto.

Cuando comenzamos una relación medianamente seria y somos jóvenes al hombre solo le importa una cosa, sí eso mismo: el sexo. Mientras que a la mujer le importa eso, pero también evalúa a ese hombre como un potencial marido y padre de sus hijos.

Es decir el hombre está pensando en la pareja, en su compañera y ella en formar una familia.

Después hay un período, el de los hijos chicos, dónde los padres se visten de expendedores de servicios, en el cual la pareja queda un tanto relegada para ambos.

Ahora bien, cuándo la familia ya está constituida y sólida, a la mujer empieza a importarle de nuevo mucho la pareja y para el hombre su prioridad es la familia, sostenerla emocional y sobretodo económicamente, por eso hay momentos en que no nos entendemos.

Vos le reclamás tiempo para los dos y él te dice “acaso no tienen todo lo que quieren?”, vos le pedís que te mire y él te dice “trabajo como un burro por ustedes”, vos querés que él te invite a una salida hot y él te dice “mi amor nosotros somos socios”.

Pero esto no termina aquí, más de una amiga mía se ha enganchado con tipos casados y por más de que esté muerto de amor o diga que lo está, saben que? El tipo no se va de su casa, NO SE VA, sépanlo chicas. Él puede picotear afuera pero su mujer es su mujer y su familia es su familia y está por encima de la mejor amante.

En cambio la mujer cuando siente que con su pareja no hay más onda, no se conforma con un socio. La mujer es capaz de terminar con su marido y padre de sus hijos aunque no tenga otro. Cuándo la mujer se harta se acabó, como dice Dátola, el tipo amenaza 100 veces y nunca se va, la mina intenta hablar, te lleva a terapia de pareja y si no recupera la pasión y  el romance FIN, SE ACABÓ, C’EST FINI, É FINITO, haga lo que haga el hombre, diga lo que diga y aunque tengan 28 hijos en común.

Y esto tiene, a mi criterio, una razón bien simple: el hombre sabe que si se separa pierde la familia, al menos cotidianeidad con ella, termina solo en un departamento, viendo a sus hijos 2 veces por semana, algo no del todo justo. En cambio la mujer no.

Mariana Marotta

martes, 21 de junio de 2011

Uy… ¿y mañana que como?


Termina el día y todo vuelve a empezar.

Por la mañana suena Marley (Bob) en mi celular. Arranca otro día –bostezo-.

Son casi las diez y en aproximadamente en una hora tengo que resolver las siguientes actividades:

  • Sacar a pasear y darle de comer al can. (15 min)
  • Ordenar (que no es limpiar) un poco el desastre que quedó del día anterior en el ranchito. (10 min)
  • Pegarme un “cacerolazo”: que es como un baño tradicional, pero como para la empresa distribuidora de gas no estaban las medidas de seguridad en regla, sin opción alguna, en mi edificio estamos sin el servicio desde hace un mes. (otros 15 min, incluyendo calentar el agua en un calentador para camping)
  • Desayunar. O sea abrir un yogur bebible o tomar un mate cocido, el cuál puede ser posible gracias a separar un poco de agua que acabo de calentar. (lo que resta de tiempo)

Entonces salgo lo más campante en busca del bondi que me lleve al laburo y es ahí (casi siempre) cuando siento el “tironcito” de tripas que me lleva a pensar indefectiblemente en el almuerzo.

Para un tipo como yo que pisa la cocina sólo para abrir la heladera (llena de líquidos embasados y algún chocolate) es un gran inconveniente. ¡Qué manía tenemos los humanos de comer todos los días!

En fin, resolver el morfi no es tarea sencilla desde que no está la magia del tapper materno.

Claro que puedo optar por la más fácil: sentarme en cualquier lugar y comprar comida hecha. Pero ya me pudrieron el paladar las 4 ó 5 alternativas que ofrecen esos lugares, además de dejar medio salario en la panza. Y otra cosa, ¿de qué es la salsa de tomate? La encuentro cada vez más con gusto a nada.

Hago cuentas: de 10 a 11 am, ya les conté. De 12 a 21 estoy laburando (con una hora de descanso, claro). A las 22 de nuevo en casa. ¿Da para ir al chino?

Ponele que voy. Ahora son las 23 y recién piso mi casa. ¿Recuerdan que tengo perro? Ok, de nuevo a pasear y a darle de comer. Con mucho viento a favor 23.30 estoy libre. ¿Da para cocinar? ¿SIN GAS?

Apenas me resta un poco de energía para resolver la cena, hacer otras tareas que están por fuera de mi laburo, 2 pavadas más e ir a la cama con un pensamiento que se repite noche tras noche.

¡UY! ¿y mañana que como? Entonces termina el día y todo vuelve a empezar…


Hernán Hualpa.

martes, 14 de junio de 2011

Un año de cambio


Hace poco fue mi cumpleaños. Cumplí 25, un cuarto de siglo. El número me movilizó, me hizo pensar bastante. Ya estoy más adulta, más cerca de los treinta que de los veinte y me encontré con muchas cosas inconclusas en mi vida. El día lo arranqué diciéndole a mi mamá “Disfrutame este año porque a los 26 me voy de casa”, una guchada ¿no?

Pero bueno, no fue de mala sino de querer focalizar mis objetivos para poder ir cumpliéndolos. Me parece que todos tenemos que hacer un “click” en un momento de nuestra vida, decidir que hay que cambiar el rumbo de algunas cosas y asentarse en algunos aspectos de la cotidianidad. A mi me llegó en este momento.

A los 25 estoy pensando en como quiero encaminarme, tomando todas las cosas y personas que me hacen bien, aspirando con mucho positivismo los cambios laborales y proyectando una familia que (si Dios quiere) vendrá junto con todas estas concreciones.

Para mi modo de ver, la realidad es bastante chocante como para soñar y cumplir de manera inmediata los deseos, por eso, es cuestión de focalizar, armar una lista de prioridades (de las más accesibles a las más difíciles) para ir avanzando con pasos pequeños pero firmes y concretos.

Siempre hay que creer en uno mismo, tener la confianza de que lo que proyectamos se va a cumplir, que todo lo podemos hacer posible, porque si lo hacemos con convicción y muchas ganas lo vamos a lograr.

Mi año de cambio ya empezó. Con el amor de mi familia y del hombre más maravilloso que conocí, mis objetivos están fijados y voy en busca de ellos. Mi fuerza interior y la de mis seres queridos que es más grande que una manada de elefantes me va a llevar a mi felicidad absoluta. De eso no tengo dudas.

martes, 24 de mayo de 2011

Encubridores


No vamos a hablar de los mentirosos sino de los que encubren ciertas situaciones sobretodo para evitar líos o que les rompan la paciencia. 

En general son hombres o mujeres que están en pareja con alguien o bien celosos o bien controladores con otras cuestiones como la plata por ejemplo. 

Después de tener un par de peleas por distintos temas dónde él o ella se pone pesado con el temita, optamos por ocultar cierta información para evitar el conflicto o la pelea. 

Por ejemplo, el otro día una amiga me contaba que se hizo “amiga” de un vecino buena onda cuya novia es muy celosa, justo cuando se hicieron amigos ella había estado afuera de la casa por unos días, entonces cuando volvió él evitó decirle que se habían conocido. Ella le hizo un comentario sobre los muebles (que vio por la ventana) y él no le dijo que ya había estado adentro porque podría sonar sospechoso y se hizo el gil. Después mi amiga le prestó un libro que él le dijo a la novia que había encontrado en lo de sus padres por el mismo motivo, para que ella no pensara lo que no es. Por último el otro día él le fue a pedir cigarrillos porque se había quedado sin, mientras la novia se bañaba o dormía y dice “uh ahora quien le digo que me dio 2 cigarrillos”. 

En ese momento justo yo estaba en la casa de mi amiga y me animé a decirle: vos te das cuanta que si le seguís ocultando cosas esto se va a hacer una pelota enorme que después es mucho más sospechosa, porque ella se va a preguntar “porqué me lo ocultaste? Si no me contaste es por algo”. 

Y probablemente no y de hecho nada pasa entre ellos, y me consta, pero quién se lo explica a ella el día que descubra que estuvo en la casa de mi amiga, que le prestó un libro y que le convidó dos cigarrillos. 

El tema es cuando uno se sobre-adapta al otro para no tener conflictos deja de ser uno mismo, y supone ser de otra manera o alguien que no es. Esto tiene un tiempo de aguante es como una olla a presión que en algún momento se desborda. 

Y ahí agarrate! 

Creo que siempre lo mejor es mostrarse tal cual uno es si al otro le gusta bien sino no va. Yo soy ESTE me gusta ESTO tengo amigos lo cual no implica que vaya a tener “algo” con ellos y estoy con vos porque elijo estar con vos, pero dejáme ser libre y poder elegirte porque si tengo que mentirte para gustarte no da!!!! 

Me parece que obviamente esto tiene que ver con los celos, pero también en creer que estar con alguien implica cierto nivel de posesión, y esto claramente no es así y tal vez el sentimiento de poseer al otro, en el mal sentido porque hay uno que está muy bien, es el más lejano al amor verdadero. Cuando amamos de verdad somos cómplices del bienestar de nuestra pareja y eso implica dejarla ser tal cual es. Sin peros, si la dejamos ser tal cual es y hay algo que no nos cierra tal vez esa persona no sea para nosotros. 

Y, por último, si una relación, como es ésta que mencionaba que era bastante reciente, arranca basada en ocultar cosas y pretender ser lo que no soy creo, humildemente, que tiene pocas posibilidades de funcionar en el largo o mediano plazo…en algún momento se destapa la olla.


Mariana Marotta

miércoles, 11 de mayo de 2011

¡Salvémonos!


Hoy en día leer los diarios es para valientes. Más allá de lo cotidiano, que es horrorizante, las noticias sobre catástrofes mundiales cada vez aparecen con mayor frecuencia. 

Hay una realidad que es que siempre existieron terremotos, huracanes y tsunamis entre otros, pero también como habitantes de este mundo nos toca hacer una mea culpa sobre lo que hacemos con nuestra gran casa. 

Está perfecta toda la movida eco friendly que hay en la actualidad y por supuesto, que es mucho mejor reaccionar tarde antes que nunca pero la verdad es que, a mi humilde criterio, no nos tenemos que quedar tranquilos con cambiar un poquito la mentalidad, sino más bien poner realmente los pies sobre la tierra y ayudarnos para que todo mejore. 

Pero si hablamos de catástrofes no puedo dejar nombrar la violencia en la sociedad y los ataques terroristas que parecen estar muy de moda en la actualidad. Ahí no podemos decir que “son cosas que pasan” sino más bien, replantearnos a dónde queremos llegar como personas, como sociedad y como habitantes del planeta. 

Los valores más importantes de los individuos parecen estar en extinción para darle rienda suelta a la individualidad, egoísmo, codicia y materialismo. Suena terrible, lo sé, pero nada es más terrible de lo que nos muestran los hechos. 

Aunque no parezca, en este pequeño espacio quiero darle una palabra de aliento a todos aquellos que tienen miedo como el que yo tenía, a los que se indignan al ver las noticias y a los que descreen en las autoridades que en realidad deberíamos admirar y apoyar. 

Existe algo que se llama espíritu y todos, pero todos, tenemos uno. Ese espíritu, si bien no lo podemos tocar ni ver, hay que cuidarlo como cualquier otro órgano y para ello, hay que volcarse a actividades que nos hagan bien, pero bien al alma y al espíritu. Esta es nuestra única salvación, llamalo Reiki, llamalo “ir a misa todos los domingos”, lo importante es realizar cosas que te ayuden a salir de tu individualismo y te lleven a pensar en los demás, en ayudar con la palabra, con una caricia, con una acción y te puedo asegurar que una vez que se empieza no se puede parar. Además, actúa por contagio, vos decidí lo que calza justo a tu medida. 

Hoy en día es más inteligente sentirse bien con uno mismo que ser el más importante de tu país, saber que tus seres queridos gozan y actúan por medio de ciertos valores, que lo material viene y va y que cuando pasamos a mejor vida lo único que nos llevamos de este mundo es nuestro alma. 

No absorbamos la polución del mundo actual, nunca hay que olvidarse de que todo vuelve, lo bueno y lo malo, y que es imposible que te arrepientas de hacer las cosas bien, de alimentar tu ser, tu espíritu y tu alma. No solo el miedo se te va a ir, sino que además, tu vida va a estar asegurada. El mundo espiritual es nuestra salvación, no esperes a que sea demasiado tarde para reaccionar. 


Guadalupe Kochdilian

jueves, 5 de mayo de 2011

Definitivamente no me gusta perder



El problema es que no soy el único que lo piensa. 


Y esto es una complicación digna de ser analizada, porque mientras más seres ansiemos ganar todos los tiempos, mayor será la frustración para los que no logran ese objetivo. Ese es el punto. 

Frases como “hay que ganar como sea” me llevan a pensar en Maquiavelo y sus “medios” para conseguir el fin tan deseado: ¿está bien vencer utilizando cualquier artilugio, incluso cuando se actúa por fuera de las reglas? ¿Sólo importa ganar? 

Por supuesto, si “del segundo no se acuerda nadie”, reza la expresión instalada en la consciencia social, y que a mi juicio sólo genera competencia desleal, codicia y frustraciones. Ni hablemos de los casos donde lo que está en juego es el poder (con acceso al manejo discrecional de presupuestos). Un ejemplo reciente: http://notio.com.ar/ultimas-noticias/elecciones-2011-frente-para-la-victoria-de-chubut-presentara-denuncia-por-fraude-10171

El tema va oscureciéndose ya que mientras más haya en juego más individualistas o “sectoristas” nos volvemos. Nos convertimos en defensores obsecuentes del premio o de quienes lo ganaron, que obvio luego ostentaremos pecho en alto, y del resto no se habla, o se refuta con chicanas las críticas externas, a veces con argumentos sin sustento alguno. Sólo importa el resultado. Les aseguro que lo sé muy bien, porque me he encontrado defendiendo victorias propias y ajenas con ese discurso.



“El número 1”, “la más linda”, “el mejor alumno”, “la mejor vestida”, “el más vendido”, “el más alto rating”, “¡ganá ganador! no naciste para perder”, “¿cómo andás campeón?”, predicamos día a día en la calle, en casa, en las escuelas, en la oficina, en el bar, arriba del bondi o el taxi, con amigos, con desconocidos, en fin, todo el día y en todo momento, (y muchas veces parados en la vereda de la envidia). Se hizo un ejercicio tan frecuente que ya se naturalizó. 



Pero desde hace un tiempo estoy empezando a cambiar de idea. 


Creo que es posible correr el eje de la relación “ganador – perdedor” a la siguiente: ganador – ganador. Evidentemente los seres humanos todavía no comprendimos la importancia de competir lealmente. Por eso la mejor solución hasta que maduremos es la cooperación, o sea sumar – sumar en todo momento y lugar. 

Claro que estamos hablando de un esfuerzo que requiere desprendernos un poco de nuestro ego y practicar la tolerancia. Despertar las ganas de cooperar en nuestra sociedad no es tarea fácil sobre todo cuando pareciera que las aguas se dividen todo el tiempo y por cualquier excusa. 

Si todo es motivo de discusión (como sinónimo de intercambio) porque nos apasiona, ¿por qué no hacerlo desde el lugar de la comprensión? Si se tiene que alcanzar tal o cual objetivo, ¿por qué no lograrlo “con” en vez de “contra”? Al final se verá que cooperando ganamos todos, siempre. 

El resto dejémoslo para el fin de semana. ¡Y claro! Miren si me voy a perder la posibilidad de cargar a los hinchas del club rival al cual le ganamos. 

Eso sí, si perdemos no se habla ¡eh! 



Hernán Hualpa

miércoles, 27 de abril de 2011

Trabajar en pareja


Hay 3 niveles, diría yo, de trabajar con la pareja: 

1- Cuando la pareja todavía no se afianzó cómo tal. 

2- Cuando la pareja lleva bastante tiempo de matrimonio o convivencia. 

3- Cuando la pareja ya se separó, o sea en este caso sería trabajar con tu ex. 


1- Un gran porcentaje de gente conoció a su pareja en el trabajo. Tener inquietudes profesionales o intereses intelectuales comunes son variables que juegan un papel fundamental a la hora de conocer a alguien. 

Si hablamos de una pareja no afianzada o consolidada hay dos opciones: puede después llegar a serlo o ser una simple aventura. Hay muchos motivos para que surjan romances en la oficina: salir de la rutina que se tiene con la pareja oficial que espera en casa; por conveniencia y mejorar las condiciones laborales; por el morbo de lo prohibido; y por qué no, por pura y sana atracción. 

Así que podemos encontrar desde el clásico dúo del jefe y la secretaria, pasando por los empleados con guardias y jornadas interminables que propician los afectos (médicos, policías, vigilantes), tripulantes de avión o barco, hasta simple compañeros de oficina. 

El hecho de tener un compañero sentimental en el trabajo, en esta etapa, puede suponer: un incentivo para estar más motivado, cómo cuando ibas al colegio y te gustaba un chico, pero también puede generar bastante distracción, o sea estás en el laburo esperando cruzártelo y te colgás con lo que tenés que hacer. 


2-Cuando la pareja lleva tiempo de casada o de convivencia, creo que, si bien es posible, debe ser al menos complicado. Por supuesto depende de cuan grande sea la empresa y de quién tiene más poder. Conozco parejas de arquitectos, parejas de tripulantes, parejas que tienen una PYME y comparten absolutamente todo el trabajo y parejas dónde él es el jefe y ella la secretaria. 

Una de las cosas más difíciles en estos casos, me parece, es respetar la jerarquía de cada uno, suponiendo que él es el jefe, es raro obedecerle y después en casa no tomar revancha (ahora saca la basura!). 

Otra cosa que debe ser insufrible es el tema de conversación, si muchos hombres no hablan cuando llegan a la casa normalmente, imagináte si encima ya sabes todo lo que pasó en el trabajo porque estabas con él! O peor aún es hablar todo el tiempo de trabajo, o en el trabajo hablar de cosas personales. 


3-El último punto sería trabajar con mi ex, y también conozco muchos casos. La veterinaria Mariela me contó que hace más de 5 años que se separó y siguen compartiendo consultorio, se turnan en los días, se cubren y a veces hasta operan juntos, conozco ex parejas que manejan inmobiliaria y también médicos: él obstetra y ella pediatra. 

Yo creo que es más fácil trabajar con tu ex que con tu actual, ya que por lo menos al llegar a tu casa no tenés que seguir hablando de lo mismo, y si el negocio funciona es ridículo no seguirlo porque uno ya no convive, ya que posiblemente los dos aporten a los mismos hijos. 

En cualquier caso saber separar las cosas es fundamental, algo que en general a los hombres les cuesta menos que a nosotras: ellos tienen la cabeza separada en ‘cajones’ y nosotras tenemos todo mezclado, ¡cómo en la cartera!


Mariana Marotta

miércoles, 20 de abril de 2011

Tú eres mi amigo fiel


Seguramente la gran mayoría de las personas quisimos una mascota cuando éramos chiquitos. Preferentemente un perro, pero en su defecto podía ser un gato, un conejo, una tortuga o un canario, el tema era tener “ese amigo” con quien jugar constantemente y a quien darle amor de manera desinteresada. 


Si hablamos específicamente del perro, se dice que es el mejor amigo del hombre y una frase muy femenina es: “cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”, frases que realmente pueden representar lo que ellos son como seres. 

Esta columna es un homenaje especial a mi perrito Mateo, un caniche excepción a la regla. Tranquilo, mimoso, juguetón y lleno de amor. Con él aprendí a cuidar y querer un ser de este estilo. 

Es el único que cuando estoy enferma no se mueve de mi cama, el que me recibe saltando y con muchos besos cuando llego de trabajar, de bailar, del súper o de cualquier otro lado (sea la hora que sea), el que me da besos cuando me pongo a llorar y el que me mueve la cola saltando cuando me ve contenta. 

En mi círculo más íntimo digo que es mi hijo porque realmente necesita casi los mismos cuidados que un bebé: que le des la comida, que lo bañes, que lo saques a hacer sus necesidades. Dependen al 100% de su dueño. 

El 9 de julio de 2009 la llegada de Mateo me cambió la vida, su presencia llenó de alegría y vida mi hogar, me cambió la forma de ver las cosas, me ayudó a entender muchas otras, a dar amor sin límites y sacó a la luz mi instinto y protección maternal. 

Desde que comencé a vivir esta experiencia promulgué el bienestar que genera tener un “pichicho” en casa, cómo nos transforma la vida pero siempre generando en los demás la conciencia del cuidado que merecen y sobre todo el amor que necesitan, porque por momentos pareciera que solo de eso viven. 

Así que háganme caso: ¡Tengan perros, cuídenlos y ámenlos que todo eso SEGURO se les será recompensado! 


Guadalupe Kochdilian

jueves, 14 de abril de 2011

De agua somos



Que el cuerpo humano, a imagen y semejanza del Planeta Tierra, esté compuesto en un promedio de 70% de agua no es primicia. 

Lo verdaderamente impactante es que no haya otros cuerpos celestes conocidos hasta hoy por el hombre con líquidos como componente básico, (salvo “Gliese 581 g” que es un astro ubicado a 20,3 años luz de la Tierra, en la constelación de Libra y que fue descubierto en septiembre de 2010. Para más info: http://es.wikipedia.org/wiki/Gliese_581_g). Hasta ahora en los investigados lo que sobra son materiales sólidos y gases. 

Pero hablemos de líquidos porque sólo con ellos podemos utilizar el siguiente verbo: FLUIR, a mi entender uno de los más hermosos desde el punto de vista de su comprensión y utilización. 

Como todos sabemos el agua (y también el aire u oxígeno) es el elemento que predomina en nuestro mundo. Vital para nuestra subsistencia. 

No es extraño entonces que el ser humano, desde los comienzos de las civilizaciones más antiguas, haya estudiado su comportamiento nómada, para poder dominar su fluidez… O al menos tratar de hacerlo. 

Dije anteriormente que nuestro cuerpo es semejante al planeta que nos contiene, por ende está en armonía, es digamos, parte de un enorme todo. Y que genera una relación hombre - naturaleza que deberíamos tener más en cuenta, para que pueda fluir naturalmente. 

Siguiendo esta lógica llego a este punto: no puedo evitar seguir haciendo comparaciones del ser humano con, en este caso, accidentes geográficos por donde se abrió paso y cuencas naturales en donde se depositó el agua de la Tierra para quedarse. 

Están aquellos que son calmos y profundos como una laguna o lago. Los revoltosos, inquietos y peligrosos como los más rápidos ríos revueltos, que a veces se quedan sin caudal convirtiéndose en pequeños arroyos. 

Algunos se estancan al igual que pantanos o ciénagas. No nos olvidemos quienes como los mares y océanos son inabarcables, impredecibles y… salados. Otros se filtran en nuestras vidas como agua que brota de las rocas formando un manantial, y que al tiempo se seca. 

Ciertos humanos pareciera que en vez de agua, estuvieran rellenos de hielo, extraído del más austral e inexplorado glaciar. 

Imaginemos que cada uno de nosotros somos un accidente distinto, único. O mejor, que somos todos juntos y que se van alternando según la situación, ámbito y/o ánimo. 

Entonces: ¿es posible dominar nuestra gran “masa” de H2O? 

¡Claro que sí! 

La respuesta está (comparando por última vez) en las represas que podamos, queramos y lo más importante sepamos construir. 

Diques que nos van a servir para almacenar o redirigir toda la energía fluvial del cuerpo. Y tal vez, con el tiempo, dominar el arte de combinar varias alternativas: un río desemboca siempre en algún lago o mar. Y lo mejor, saber aplicar el mejor filtro cuando intenten contaminarnos el agua. 

¿Pero cómo me doy cuenta? 

Prestándole mucha atención a la fluidez. Es decir: nuestro cuerpo sabe cuando algo “no fluye”. Sí, hablo de esa incomodidad que nos brota. ¡Ojo!, tal vez el cuerpo no está avisando que debemos cambiar el curso del cauce. Y tal vez si sabemos interpretar esa energía hasta nos ayude a decidir con más certeza. 

Aprendamos sin miedo al error. 

Porque de eso se trata ¿no? Llegar al puerto que tanto ansiamos. Pero no nos olvidemos que somos presos de nuestros propio líquido. Nosotros elegimos todos los días su destino… Entonces, ¿por qué privarse de llegar de la mejor forma? (Aún si nos equivocamos de vez en cuando). 

La elección del recorrido es libre e individual. Y lo mejor es que, sólo vos podés construir los desvíos, limitar con filtros y retener con represas. Es tu agua, corre por tu geografía, por ende tenés que aplicar tu ingeniería. 

Yo por mi parte no lo dudo. Construyo para rociar todo lo que pueda. Elijo siempre que fluya… 


Hernán Hualpa.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Preliminares de una mudanza

Dicen que las mudanzas son uno de los hechos que más stress nos generan. Los preliminares de las mismas tal vez sean aún peores. 

Es el momento dónde empezamos a seleccionar que cosas hay que tirar, que cosas hay que regalar y que cosas vamos a llevarnos. 

Ese es el momento que estoy viviendo. 

Cuando te subís al altillo, garage, desván o cuartito en desuso y empezás a toparte con recuerdos de cuando los chicos eran bebés, de cuando empezaron el jardín, cuadernos de la primaria de ellos y tuyos, fotos y más fotos, ropita, juguetes, valijas, frazadas, traje de novia, vestidos de comunión, etc, etc. 

¿Cuántas cosas somos capaces de acumular las personas grandes durante unos 10 o 12 años? 

La cantidad de cosas acumuladas es directamente proporcional al espacio que tenés para guardarlas. Así es que si tenés bastante espacio guardas todo y no porque quieras guardarlo sino porque te da fiaca pensar si te sirve o no, si lo vas a usar, si decidís darlo a quién y cuándo se lo va a llevar, porque no lo quiero tener por delante toda la semana hasta que me decida a llevarlo a algún lado. Es decir lo más rápido es guardarlo en algún lugar donde no lo veas y no te moleste. 

Claro, después de 12 años de hacer eso de guardar para no pensar, ordenar para una mudanza es una tarea al menos complicada. 

Hay un momento donde te encontrás sentada en el piso rodeado de bolsas, valijas y cajas sin lugar para pararte ni dar un paso en esa habitación y creés que nunca vas a poder despejar el área. Pensás ¿para qué me metí en esto? 

¡En esto de ordenar y en esto de mudarme! 

Y si encima te demorás leyendo cartitas, mirando fotos viejas y probándote ropa que no te acordabas que tenías podés estar un día entero con una caja de las 100 que tenés en el maldito altillo. 

En mi casa, además de todo lo que acabo de mencionar, hay muchas cajitas de cerámica o latitas que detesto ordenar (y que, aunque las vacíe todas las semanas, se llenan como por arte de magia) con cosas que la gente va metiendo cotidianamente como ser: monedas de todos los tamaños y países, sacapuntas, lápices, ganchitos de todo tipo, clips y gomitas para el pelo, candados y llaves que no coinciden, llaveros, y muchos headphones rotos que, por supuesto no encajan con ninguno de los aparatos existentes. 

Sin embargo al de terminar de ordenar, aunque sea parcialmente, la sensación de placer y bienestar es incomparable, y además lo encuentro sumamente terapéutico porque mientras estás metida en esa tarea no pensás en todos los demás problemas que tenés y encima haces catarsis: te reís y llorás a medida que vas encontrando cosas. 

Dominique Loreau autora del libro “El arte de simplificar la vida” dice que cuánto menos tenemos, más libertad y plenitud sentimos’ y que son demasiadas las cosas que nos invaden y nos alejan de lo esencial. Algo de eso hay. 


Mariana Marotta

jueves, 10 de marzo de 2011

Críticas (des)constructivas


Cuántas veces habré pensado: ¡mirá lo que hace este pelo@%&$#do! Y seguido: “Yo” lo hago mejor.

Imposible de saber con precisión, porque lo hago constantemente.

Es entonces cuando me zambullo hacia las profundidades del mar de pensamientos y sigo adelante con el planteo, preguntándome: ¿qué resorte estaré tocando para accionar ese mecanismo?

Para comenzar a dibujar una respuesta creo que tengo que empezar por mi “ego”… ¿Cómo? Es ahí cuando abro el navegador y me meto en la Wikipedia (¡¡¡GRANDE WIKIII!!!). La pantalla, bondadosa, me devuelve las siguientes definiciones:

“En psicología, -Yo o ego (del latín)-, se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su -propia identidad y de su relación con el medio-”. ¡Aaahhh! Lo que entiendo de esta ensalada de palabras es que yo soy parte de un TODO (mi familia, amigos, conocidos, colegas, mascotas, el sol, el aire, el TEG, etc…), y así como no me puedo desprender de un brazo o una pierna (sin desangrarme), tampoco puedo hacerlo de mi entorno. ¡Claro! Soy un “ser social”. Todos lo somos.

Ok. Sigamos adelante.

Continúa definiendo la Wiki: “según Carl Gustav Jung (un flaco que andaba bien en esto del psicoanálisis), desde la psicología analítica el –Yo- es el portador de nuestra conciencia consciente de existir, así como el sentimiento permanente de identidad personal”. 

Hasta ahí todo lindo, zanatero, pero lindo. Acá viene la parte jugosa:

“El -Yo o ego- es el organizador consciente de nuestros pensamientos e intuiciones, de nuestros sentimientos y sensaciones. Además de ser el portador de la personalidad, -el Yo percibe significados y evalúa valores-”.

Me quedo con esto. Recibimos él o los estímulos e inmediatamente lo procesamos con nuestro microchip (¡cómo me gusta esa palabra!). O sea que teniendo en cuenta nuestro entorno pasado y presente (¿recuerdan lo del TODO?), se podría decir que lo “filtramos” para sacar una conclusión que en la mayoría de los casos (al menos así me pasa a mí), con la rapidez del Correcaminos, creemos concluyente. Cerramos el tema. Caso juzgado.

Es ahora cuando ustedes se estarán preguntando, ¿qué ca@%&$#jo tiene que ver todo esto con las críticas?

Aquí viene lo más lindo. Vamos a los ejemplos cotidianos:

  • ¡Mirá como maneja esa bo@%&$#da! – y desde nuestro vehículo gritamos - ¡ANDÁALAVARLOSPLATOS CON@%&$#DA! (no es error de escritura, es que sale con tanta furia que se escucha todo junto) 
  • Naaa, ¿cómo te podés poner eso? ¿No se dará cuenta que le queda como el c@%&$#lo? 
  • ¿Y a esto le dicen “caja rápida”? ¡Si se está rascando la ar@%&$#lla! Ayyy, si yo fuera el gerenteee… 
  • Date cuenta. Le habla a todas. No puede ser verdad que tenga taaanta buena onda. Es un mujeriego. No te conviene. ¿Salimos hoy? 
  • Malísimo este programa. Te juro que si lo conduzco yo, sería mucho más divertido. 
  • ¡SOS UN DESASTRE! ¡SI LO ÚNICO QUE TENÉS QUE HACER ES CORRER! ¡DEVOLVÉ LA PLATA LADRÓN! ¡MUERTO, MUERTOOOOO! Este hijo de p@%&$#ta no siente la camiseta como yo. 
  • Y claro, si este país es una m@%&$#da. ¿Qué pretendés, que te atiendan bien? Cómo me gustaría ser presidente para cambiarlo todo. 
  • Se vienen las elecciones ¿no? Están pavimentando las calles. Si yo fuera Gobernador haría las cosas bien. 
  • ¿Que cómo consiguió el puesto? ¿Me estás cargando? Está clarísimo. Se arrodilló. No hay otra. 


Podría seguir toda la tarde enumerando ejemplos, pero el círculo tiene que cerrar y es aquí cuando vuelvo al concepto inicial. En todos los casos predomina este pensamiento de fondo: yo lo hago (o haría) mejor.

Vivimos, respiramos, nadamos, sufrimos, sentimos críticas (des)constructivas todo el día, todos los días. Casi inercialmente. Nos seducen. Se disfrazan. Nos dominan… Nos contaminan.

Y lo más nocivo es que en la mayoría de los casos no proponemos algo mejor o superador. Nos deleitamos jugando al tiro al blanco. Morbo a full. Nos gusta probar límites, ver y disfrutar de reacciones. Y en los peores casos la bola se hace irreversible. Es ahí cuando se muestra de lleno la intolerancia y lo que es peor: la violencia.

Es por todo esto que pienso: ¿y si invierto la relación? Digo, en vez de pensar que el mundo empieza y termina conmigo, por ahí, de a poco, ver que todos somos partes iguales que conforman el TODO. Lo que quiero decir es: tratar de ponerme un poco (con sinceridad) en el lugar del otro. Probar un rato otro “filtro de visión”. Cambiar el ángulo de pensamiento.

Si, ya sé: es muy complicado esto de no ser tan egocéntrico. De relajarse un poco más. De no buscar siempre la conveniencia individual. Y por sobre todas las cosas esto de “no caretearla”.

En fin, será cuestión de empezar a practicarlo…


Hernán Hualpa